lunes, 27 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 48

 —Ese es mi trabajo durante el día —respondió él con una sonrisa, haciéndose con el donuts más grande.


—Y lo detesta —declaró P.J—. Por eso ha montado esta empresa. Le encanta preparar fiestas.


—¿En serio? —preguntó Paula, bastante convencida de que su amiga Agustina no estaba al corriente de la nueva actividad empresarial del primo de su marido.


—Sí. Y yo voy a conseguirle clientes. Conozco a gente que da unas fiestas alucinantes.


Paula estaba impresionada. Por lo visto P.J. también podía ser de utilidad.


—Qué suerte, Gustavo.


Gustavo estaba sonriendo de oreja a oreja. Era evidente que se sentía como un hombre muy afortunado. Paula tuvo que reír para sus adentros. Por mucho que creyera que Gustavo era la pareja perfecta para ella, era evidente que él tenía otros planes. Para él, la mujer perfecta era P.J. Pobrecito. Y pobrecita ella. Paula suspiró y se fue a la cocina a preparar café para los invitados. Estaban sentados en la mesa bebiendo café y dando cuenta de los deliciosos donuts cuando P.J. dejó caer bomba.


—Eh, Pedro, esta mañana he hablado con tu madre.


La cabeza de Pedro se alzó como impulsada por un resorte y la miró horrorizado.


—¿Qué?


—La he llamado. No te preocupes. Tuve cuidado con la diferencia horaria. Es una mujer muy agradable. Me ha caído genial —P.J. dirigió una altiva mirada hacia Paula—. Hemos tenido una conversación muy productiva. Entre las dos hemos decidido algunas ideas para regalos que puedes comprarle antes de volver a Venecia. Así que considérate afortunado, porque te voy a llevar de compras —le informó con una sonrisa—. Conozco los mejores grandes almacenes de Dallas. Te van a encantar.


—¿Qué? —Pedro apenas tenía voz.


—Oh, venga, no seas malo —dijo P.J. dándole una palmadita en el hombro—. Ya sé que quieres tener contenta a tu mami, ¿A que sí?


Pedro miró a Paula, buscando ayuda, pero ésta se limitó a encogerse de hombros.


—Yo tengo que ocuparme de Joaquín —dijo ella con serenidad—. Necesita un baño y después le llevaré a dar un paseo.


—Probablemente necesitarás ayuda —se ofreció Pedro solícito.


—¿Quién, yo? No, no lo creo, tranquilo —Paula le dedicó una diabólica sonrisa—. Será mejor que vayas con P.J. y Gustavo. Es evidente que están decididos a llevarte de paseo.


—Sólo voy a ir —le dijo Pedro minutos más tarde mientras terminaba de vestirse y se preparaba para reunirse con los otros dos en el vestíbulo del hotel—, para hablar con P.J. sobre la venta del rancho.


—¿Por qué no te casas con ella y lo solucionas de una vez por todas? —preguntó Paula—. Pensaba que esto era sólo un asunto empresarial.


Pedro se volvió a mirarla.


—Cuanto más la conozco, más cuenta me doy de que hacer negocios con ella es peligroso —confesó él—. Pero tienes razón. Quizá tenga que casarme con ella. Aunque antes haré todo lo posible para evitarlo —desde la puerta se volvió a mirarla—. Mi objetivo fundamental es conseguir ese rancho.


La sonrisa de Paula se evaporó en cuanto se cerró la puerta. En su opinión, P.J. no había cedido ni un ápice en sus pretensiones, pero quizá Pedro fuera capaz de encontrar algo para convencerla. Al menos eso esperaba, por su bien. 

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