miércoles, 22 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 44

 —¿He dicho yo que tuviera algo de malo?


—Ser normal y corriente puede ser perfecto —dijo ella a la defensiva—. En mi familia todos son personas normales y corrientes. Mi padre era contable, y mi madre trabajaba en un banco.


—¿Viven en Dallas?


Paula negó con la cabeza.


—No. Mi madre murió de cáncer y mi padre poco después de tristeza.


—Oh —Pedro asintió. Entendía bien a qué se refería. 


—Es cierto que llevando una vida normal y corriente no tienes grandes subidones de adrenalina, pero tampoco grandes bajones — continuó ella. Hizo una mueca, Pensando en Franco—. Las grandes emociones pueden dar miedo si salen mal.


Pedro reparó en la tristeza que se había apoderado de los ojos femeninos. Sin duda algo había pasado en su vida que había salido mal, probablemente relacionado las muertes de su marido y de su hija. Ese tipo de tragedias podían afectar profundamente a las personas, pero él tenía la sensación de que había algo mucho más determinante en su pasado, quizá relacionado con una persona: Su marido. ¿Qué otra cosa si no podía hacerla desconfiar tanto de una relación sentimental? Cuando una persona casada perdía a su pareja, a la persona que le hacía feliz, lo más normal era intentar conseguir de nuevo la misma felicidad, una vez pasado el periodo de luto. La gente que tenía buenas relaciones sentimentales solía creer en ellas, pero sin embargo Cari parecía tenerles miedo. Sin duda algo debía de haber ido muy mal. Tenía ganas de preguntarle sobre eso, de averiguar qué era lo que le preocupaba, pero no lo hizo. No quería asustarla, y sabía que ella no quería hablar de asuntos personales. Necesitaba tiempo.


—¿Y yo? —preguntó él—. ¿Me llamarías un tío normal y corriente?


—Para nada —dijo ella con una radiante sonrisa, radiante como el sol al aparecer tras una nube, una son—risa que a él le fascinó—. Tú eres de esos hombres sobre los que las madres advierten a sus hijas.


—¿Yo? —preguntó él realmente perplejo.


Era cierto que no se consideraba un tipo normal y corriente, pero tampoco le gustaba ser etiquetado como un chico malo y poco recomendable.


—¿Tú crees que yo doy miedo a las mujeres? ¿Por qué?


—Por nada, supongo —respondió ella, todavía con la misma sonrisa radiante—. A mí todavía no me das miedo.


A él no se le pasó por alto el «Todavía».


—Creo que resultas un poco demasiado —añadió ella, aclarando lo que quería decir.


Pedro frunció el ceño, no muy seguro de que la idea que tenía ella de él le gustara.


—¿En qué sentido? 


—¿Cómo lo diría yo? —dijo ella pensativa—. Eres un poco demasiado emocionante. Demasiado atractivo. Demasiado poderoso. Demasiado aventurero. ¿Continúo?


—No, con eso tengo suficiente —repuso él con el ceño fruncido—. Aunque no es muy justo.


—No estamos hablando de justicia —respondió ella—. ¿Crees que es justo que yo sea una mujer normal y corriente? No puedo evitarlo. Nací así. Y, desde luego, si voy a volver a tener una relación sentimental, necesito un hombre normal y corriente.


Oh, o sea, que aquél era el mensaje que ella le quería dar.


—Gustavo —dijo él en voz baja.


Paula asintió, con los ojos muy abiertos.


—Sí. 

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