lunes, 6 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 10

Paula seguía sin comprender nada. El móvil sonó de nuevo. Pedro vió que era Javier.


—Dime —dijo al teléfono.


—¿Dónde estás?


—A una manzana. Estaré ahí enseguida —Pedro miró a Paula, que parecía estar absorta mirando por la ventana—. ¿Sabe Romina que voy?


—No.


—¿Por qué no se lo has dicho?


—Bueno, es que…


—¿Le has puesto al día sobre los parámetros de la situación?


—La verdad es que no.


—¿Por qué no?


—Escucha, jefe, ya te lo he dicho, Romina no está aquí.


—Pero me has dicho…


—El niño está.


Aquello fue como si le hubiera caído un rayo. El objetivo de toda aquella operación había sido encontrar al hijo de Leonardo. Romina no era más que un actor secundario en la trama, pero él no esperaba que madre e hijo estuvieran separados.


—Ya casi estoy allí —dijo Pedro colgando y dejando caer el móvil en la bandeja central.


Se volvió a mirar a Paula.


—¿Dónde vamos? —preguntó ella pensando que quizá debería haber aclarado la situación antes de ir con él.


—A ocuparme de unos… Asuntos personales —dijo poniendo el coche en marcha de nuevo.


Hasta ahora Pedro creyó que iba a tener que enfrentarse a la ex novia de su hermano, e intentar sonsacarle si tenía un hijo de él. Ahora sabía que Romina no estaba allí, pero el hijo sí. ¿Qué significaba? Iba a tener que asumir que el hijo era de Leonardo hasta que se demostrara lo contrario.


—Es aquí —dijo él—. Ahí.


—¿Aquí? 


Paula miró al lúgubre y destartalado edificio de departamentos y frunció el ceño. De las ventanas de unas de las plantas superiores salía música, y abajo un perro olisqueaba un montón de papeles junto a la entrada. Una de las farolas estaba rota y dejaba la zona medio sumida en la oscuridad. Creyó ver a alguien en la acera de enfrente que rápidamente se perdió entre las sombras. Si ella hubiera estado al volante, no se habría metido por aquel barrio ni loca.


—Creía que íbamos a comer algo —mencionó ella.


—E iremos —dijo él. Miró al feo edificio y frunció el ceño—. Pero tengo que ocuparme de una cosa aquí. Volveré enseguida. Espérame aquí.


Paula miró la calle desierta y se estremeció.


—Creo que prefiero ir contigo.


—Como quieras —dijo él—. Venga, vamos.


Al salir del coche y mirar a su alrededor, Pedro empezó a tener sus dudas. Él no conocía muy bien Dallas, pero estaba seguro de que aquélla no era una zona muy recomendable. Ni para que ella se quedara sola en el coche, ni tampoco para dejar el coche solo. Por otro lado, tampoco quería involucrarla en asuntos familiares. Ya eran bastante caóticos sin ella. Quizá no había sido tan buena idea llevarla con él. La miró y se fijó una vez más en los rizos rebeldes que enmarcaban el rostro femenino y le daban un halo mágico. Los volantes del corpiño brillaban, dando a sus movimientos un aspecto fluido, y la falda negra de seda se movía de la misma manera. Sus movimientos no eran sofisticados, sino pura y llanamente atractivos. Era la clase de mujer que te hacía pensar en sábanas limpias en una enorme cama. ¿Estaba bien pensar así de ella? Rió para sus adentros. ¿Qué diría su madre? 

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