miércoles, 1 de diciembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 72

Y tuvo entonces una visión repentina. Aquel era el hombre que Pedro debería haber sido. El hombre que realmente era. No el millonario al que ella tenía que entrevistar. Y tampoco el genio que probablemente se había enamorado de Ivana. Aquel era un hombre que conocía las cuestiones más básicas de la supervivencia. Fuerte como uno de sus propios olivos. Y sin suficiente pasión en su vida. Quizá ella pudiera brindársela. Quizá, a pesar de todas las diferencias que había entre ellos, la pasión pudiera acercarlos. Estaba enamorada de él. Lo sabía. Y el amor también contaba. De modo que dijo: 


–Me gustaría hacer el amor contigo, Pedro.


Él se quedó paralizado.


–Oh, Paula –musitó, como si a él mismo le doliera–. Sé que te parecerá una tontería, pero para mí el sexo es algo importante. Y mientras haya otra persona en el horizonte, no puedo.


Paula pensó que iba a morir de dolor. De pronto, ya no importó que fuera Ivana o cualquier otra. Había una mujer en su corazón, en su memoria, a la que Paula jamás podría desterrar. Todo su amor no servía para luchar contra una rival como aquella. A partir de ese momento, y durante el resto del tiempo que pasaron en la isla, Pedro no volvió a tocarla. Cada una de sus palabras era como una puñalada para ella, pero alzaba la barbilla y fingía que no le importaba. Solo en una ocasión él intentó volver a sacar el tema. Fue durante la última noche. Pedro alzó la mirada de la copa de vino que tenía frente a él y dijo con dificultad:


–Paula…, Tenemos un problema. Quiero ser sincero contigo. No hay futuro para nosotros hasta que ese otro amor… pertenezca definitivamente al pasado. ¿Lo comprendes?


Paula se encogió de hombros.


–No hacía falta que me lo dijeras –Paula se levantó–. Y supongo que, en consecuencia, eso significa que no tenemos ningún futuro en absoluto. Y probablemente sea lo mejor. Al fin y al cabo, no puede decirse que seamos almas gemelas, ¿verdad? Creo que me voy a la cama. Mañana nos espera un largo viaje.


Fue un alivio volver al trabajo. En cuestión de tres días, tuvo su reportaje sobre la mesa de la redactora jefe. Leticia Caruso estaba encantada con la historia de la isla del millonario y con las fotografías. Pero mucho menos satisfecha con el contenido del artículo.


–¿Dónde están los secretos? –le exigió–. Estuviste allí durante más de una semana. Así que tiene que haberte contado algo.


–No.


Caruso la miró con los ojos entrecerrados.


–¿Tuviste una aventura con él?


–Por supuesto que no.


–Claro que sí. Y es magnífico. Eso es precisamente lo que necesitábamos.


–¡No! –gritó Paula, levantándose.


Caruso se mostró repentinamente acerada.


–¿Quieres conseguir ese trabajo cuando termine este contrato?


–Sí, pero no a ese precio –respondió Paula, tranquilamente.


–Entonces vete. Estás despedida.


Paula asintió. Bajo la estupefacta mirada de las otras personas que había en la reunión, tomo su cuaderno y salió.


–Perdonenme –dijo Nadia, saliendo tras ella–. No le hagas caso a Caruso –le dijo en cuanto estuvo a su lado–. Despide a todo el mundo por lo menos tres veces al día. ¿Pero no podrías llegar a un acuerdo? ¿A una solución de compromiso?


–No –contestó Paula con resolución.


Nadia reprimió una sonrisa.


–De acuerdo. Me temo que entonces estás despedida. 

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