lunes, 13 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 23

 —Nada. Bueno, es que… —Pedro suspiró—. Es que no estoy muy seguro de la niñera. He comprobado sus referencias, pero ¿Qué sé yo de niñeras? O de niños, la verdad. Y tú pareces saber bastante. Por eso he pensado que podrías venir para comprobar si la niñera sabe lo que hace.


Vaya. Pedro la necesitaba. Más que suficiente para empezar otra vez el cosquilleo. Cada célula de su cuerpo quería aceptar, decir que sí y salir corriendo adonde él dijera. El niño le preocupaba, por supuesto, pero había algo más. Verlo otra vez, estar con él, hacer algo importante a su lado. ¿No sería perfecto? No, claro que no, no lo sería, en absoluto. Y por eso no aceptó.


—No —dijo—. Lo siento, Pedro —continuó ella muy a su pesar—. Tengo que trabajar.


—¿Trabajar? ¿Tú trabajas?


Paula casi sonrió al darse cuenta de lo poco que sabían el uno del otro. Habían compartido una noche de intensas emociones y situaciones difíciles, y ella creía saber cómo era su carácter, su personalidad, y sin embargo apenas sabía nada de él, ni de su vida, ni de sus gustos, ni de sus preocupaciones, y él tampoco sabía nada de ella. Y así iba a seguir, si hacía lo que le dictaba su razón.


—Claro que trabajo. ¿De qué crees que vivo? ¿Del aire? 


—¿En qué trabajas?


Sonaba sorprendido e interesado a la vez. ¿Qué demonios? ¿Acaso no conocía mujeres que trabajaran para vivir? Paula se humedeció los labios y contestó:


—Soy camarera.


—¿En un restaurante?


—No, en una cafetería.


Eso seguro que enfriaba todo su interés. Ella no era más que una camarera, no una de esas modelos internacionales a las que seguramente estaba acostumbrado. Cierto que también era la ayudante del encargado y estaba estudiando para obtener la licencia de agente inmobiliario, pero no tenía que decírselo. Después de todo, no era su intención impresionarlo. Sólo quería librarse de él.


—Tómate el día libre —dijo él de repente.


—No puedo hacer eso. En el trabajo cuentan conmigo.


—Y yo cuento contigo.


—Sí, pero tú no me pagas las facturas.


—Podría pagarte —dijo él como si se le acababa de ocurrir una excelente idea—. Ya está. Te pagaré un sueldo. Te contrato.


—Qué tontería —dijo ella.


Aunque le temblaba la voz y se mordió el labio. ¡No! No iba a dejarse tentar por una propuesta tan tentadora y sugerente.


—Pero sería perfecto.


—Para tí, no para mí.


—¿No?


—No.


—Al menos piénsalo.


—No —dijo ella con firmeza, sintiéndose orgullosa de sí misma—. Con esa niñera te irá bien. 

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