viernes, 10 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 16

 —Oh, Dios mío, tenemos que volver. 


Pedro asintió.


—En eso tienes razón. Nos hemos equivocado de cita.


—Tiene que haber una mujer llamada… Con ese nombre tan raro que has dicho… Esperándote en el bar.


—Con una rosa roja.


—Oh, no. Y por desgracia los dos elegimos el mismo color, ¿Eh?


—Y ninguno de los dos nos aseguramos de la identidad del otro — dijo, tajante.


Paula frunció el ceño, cambiándose al niño de una cadera a la otra, tratando de recordar cómo había ocurrido.


—Tú me llamaste señorita Celler. Yo me llamo Paula…


—Yo te llamé Keller, con K.


—Oh.


—Estaba muy claro. Tenías que haberte dado cuenta.


—¿Yo tenía que haberme dado cuenta? ¿Y tú? Tú parecías estar totalmente seguro de que era yo, y yo te seguí, como una tonta.


Paula frunció el ceño, recordando que lo había seguido casi como en trance, a pesar de que apenas podía creer que aquél fuera el Gustavo que ella esperaba. Y no se había equivocado.


—Bueno, ahora ya está hecho. No nos queda más remedio que deshacer el entuerto.


—Exacto —dijo él mirando al niño dormido en los brazos femeninos, y después a su alrededor—. Vamonos de aquí.


—¿Nos lo llevamos? —preguntó Paula.


—No vamos a dejarlo aquí.


—No, supongo que no —Paula se mordió el labio, consciente de que no podía hacer otra cosa. Envolvió al niño con una de las mantas de la cuna y después se echó la bolsa de los pañales al hombro.


—Bueno, ¿Cómo te llamas? —preguntó antes de salir.


—Pedro —dijo él—. Pedro Alfonso.


—Y yo soy Paula Chaves.


Pedro la miró y casi tuvo que sonreír. A pesar de la situación, la joven parecía mantener su expresión alegre, todo lo contrario que él.


—Ya me lo has dicho.


—Por si acaso no lo has oído —bromeó ella.


Pedro asintió y torció la boca.


—Podías haberlo mencionado cuando estábamos en el club —dijo él—, cuando me estabas llamando con la maldita rosa roja.


—¡Qué valor! —exclamó Paula deteniéndose en seco y mirándolo furiosa—. Estás muy equivocado si crees que me vas a culpar a mí de lo ocurrido.


A él le gustaron las llamas que brillaron en los ojos femeninos. La mujer no era su tipo, y jamás se habría fijado en ella, pero tenía algo que le gustaba. Y no pudo resistirse a tomarle el pelo.


—Oye, si hubieras estado más atenta, esto no habría pasado. Me has hecho dejar plantada a la mujer con la que había quedado. Incluso es posible que hayas matado esa relación.


—Y tú has fastidiado mi cita con Gustavo —le recordó ella, aunque enseguida se dió cuenta de que él no hablaba en serio.


—¿No era una cita a ciegas? —preguntó él mientras salían del departamento—. Y ya sabes lo que dicen del amor.


—Sí, dicen que el amor es ciego, pero creo que antes de matarlo hay que darle una oportunidad para que exista.


—Asesina —murmuró él conteniendo una sonrisa.


Paula suspiró, mirándolo de soslayo. 

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