lunes, 27 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 49

Paula llamó a la cafetería donde trabajaba para avisarles de que iba a estar unos días sin ir. Sentía remordimientos por dejarlos en la estacada, pero se trataba de una emergencia y le quedaban días libres que podía utilizar. Javier la llevó a casa para recoger algo de ropa, y en el camino de vuelta pararon en una tienda infantil. Pedro le había dado una tarjeta de crédito para que comprara todo lo que creyera necesario para Joaquín. En la tienda había prácticamente de todo y Paula hizo un pedido más que importante y pidió que se lo enviaran al hotel. Eso la puso de buen humor. Normalmente ir de compras solía tener ese efecto, y ella estaba segura de que se lo estaba pasando mucho mejor que Pedro. 


Cuidar de Joaquín era una delicia. Era un bebé encantador, que no paraba de sonreír y gorjear, y Paula se alegraba de que fuera un niño y un poco mayor que Candela cuando murió. Así los recuerdos y las comparaciones, aunque aparecían acompañadas con una oleada de tristeza, no dolían tanto. La situación que más le preocupaba en aquel momento era la situación del niño. ¿Qué ocurriría si los resultados de la prueba de ADN eran negativos? Si Romina aparecía y tenía una buena explicación sobre su paradero, probablemente Joaquín podría volver con su madre y Paula a su vida. Pero ¿Y si Romina estaba metida en problemas de drogas o algo similar y era incapaz de cuidar de aquel angelito? Eso presentaría muchos problemas. Claro que de nada serviría pensar en ello ahora. Romina había asegurado que Joaquín era el hijo de Leonardo y de momento no había motivos para dudar de su palabra. Pero ¿Y si Romina no volvía y los resultados de ADN eran los que esperaba Pedro? ¿Qué ocurriría entonces? Estaba claro. Pedro se llevaría a Joaquín a Venecia, y Paula volvería a quedarse sola. Otra vez. Con el corazón destrozado. No, no. Estaba dejándose llevar por sus emociones y su imaginación. Ella no estaba tan encariñada con el niño, y tampoco iba a estarlo. De momento era sólo su cuidadora, nada más. Y tampoco iba a enamorarse, de ninguno de los dos. Era primera hora de la tarde y Pedro todavía no había vuelto. Joaquín dormía plácidamente en su cuna y Paula decidió darse una ducha. Minutos más tarde estaba disfrutando de la moderna ducha en el elegante cuarto de baño cuando creyó oír algo. Cerró el agua y escuchó. Sí, era Joaquín llorando. El llanto no podía ser más inoportuno. Suspirando, salió de la ducha y buscó la toalla. Entonces oyó la voz de Pedro en la puerta del baño.


—Paula, el niño está llorando. ¿Por qué llora?


—Tómalo en brazos a ver qué le pasa —respondió ella secándose aceleradamente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario