lunes, 20 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 39

 —Oh, eres una monada —le susurró a la vez que le besaba los suaves cabellos morenos—. ¿Cómo puedes ser tan mono?


—Ya se ha ido.


Paula levantó la cabeza y vió a Pedro de pie en la puerta. Intentó descifrar su mirada, ya que había algo que tenía que saber. El llanto de Joaquín lo había enervado, y eso había ocurrido delante de todos. No podía negarlo. Pero ¿A qué se debía? ¿A su preocupación por el pequeño? ¿O quizá porque pensaba que la niñera no estaba realizando un buen trabajo, y él no toleraba malos empleados? ¿O era porque el ruido le ponía furioso, como ella temía? Era un interrogante que la mantendría en vilo hasta que estuviera segura de la respuesta. Era evidente que él estaba molesto, aunque trató de ocultarlo tras una máscara de estoicismo y carente de emociones. Pero ¿Qué sentía por el pequeño Joaquín? ¿Afecto o irritación? El hombre continuaba en la puerta, sin acercarse al pequeño, sin hacer amago de consolarlo o acariciarlo. ¿Qué significaba eso? Paula apretó al pequeño y supo que esta vez no podría marcharse.


—Todo está perfectamente —estaba diciendo P.J. entrando en la habitación detrás de él—. Pero ¿Ahora qué? Vamos a tener que contratar a otra niñera.


—Buscaré una mejor —dijo él tenso—. Creo que ahora sabré cómo hacerlo. Al menos sabré qué preguntarle en la entrevista. Le preguntaré su opinión y sus métodos sobre cómo cuidar un niño. Le pondré ejemplos de situaciones y le diré que me diga qué haría para solucionarlas —se volvió a mirar a P.J. y a Gustavo—. ¿La han visto? Sentada en el sillón comiéndose una magdalena y hablando como una cotorra por teléfono mientras el niño no paraba de llorar. Eso no es cuidar a un niño, es pura negligencia.


P.J. se encogió de hombros, como si a ella le diera exactamente igual. Gustavo asintió con la cabeza, y Pedro se volvió a mirar a Paula para conocer su opinión. Pero ella no pensaba decírsela. Al menos todavía. Pedro se acercó a ella y miró al niño, que ahora gorjeaba de satisfacción, contento y feliz.


—Oye, vas a tener que enseñarme a tenerlo en brazos —dijo él esbozando una sonrisa—. No tengo ni idea de cómo se hace.


Paula asintió.


—Está bien —respondió ella, animada al ver su interés por aprender, pero todavía manteniendo una actitud cautelosa.


—Bien. Y puedes decirme todo lo que necesito saber antes de contratar otra niñera.


Paula asintió de nuevo, mirándolo a los ojos, buceando en su mirada, tratando de detectar algún resentimiento o rabia. Pero en realidad él sólo parecía estar aliviado. Eso era una buena señal. ¿Pero podía confiar en él? 


—Y desde ahora mismo —continuó Pedro—, voy a ordenar que instalen una de esas cámaras.


Miró a su alrededor, a las distintas esquinas del dormitorio, como si ya estuviera pensando dónde colocarla.


—Espero que eso ayude.


Paula respiró profundamente. Iba a dar un paso importante, un paso que la pondría en peligro emocional, pero había llegado hasta allí y ahora no podía dar marcha atrás.


—Olvida las cámaras —dijo, y apretó los labios con determinación.


Pedro se volvió y la miró.


—¿Por qué tengo que olvidarlas? Quiero tenerlo controlado en todo momento.


Alzando la barbilla, Paula lo miró a los ojos.


—Me quedo. Yo me ocuparé de él. Al menos de momento.


—¿Qué?


Pedro frunció el ceño, como si no se fiara de sus motivos. 

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