miércoles, 1 de diciembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 74

 –¿Qué quieres decir con eso de que es lo mejor que me ha pasado en mi vida? Lo único que he hecho ha sido un trabajo…


–¿Ah, sí? ¿Un trabajo del que llevas la fotografía en el bolso?


–¿Qué?


–Y la tienes arrugada y todo. La miras mucho, ¿Verdad?


En aquel momento, a Paula la abandonaron todas sus fuerzas.


–No se lo he dicho –la tranquilizó Nadia–. Pero serías estúpida si no se lo dijeras tú.


–No puedo. Él está enamorado de otra persona.


–Oh, claro. Por eso ha venido aquí a pedirte que te cases con él. Si quieres saber mi opinión, yo diría que es él el que piensa que estás enamorada de otro.


Paula la miró fijamente. ¿Sería posible que Nadia tuviera razón?


–¿Tú crees? –preguntó, sin atreverse a albergar demasiadas esperanzas.


–Si yo fuera tú, me montaría en el primer avión que vaya a Inglaterra. Ve a buscarlo. Encuéntralo –se interrumpió–. ¿Sabes dónde vive?


Paula se sentía como si acabara de saltar un precipicio: Sorprendida, pero increíblemente viva.


–Eh… En Cambridge. Puedo enterarme de dónde. Seguro que mi hermana lo sabe.


–Magnífico –dijo Nadia, metiéndole en el bolsillo un pedazo de papel en el que Pedro, sensatamente, había escrito su dirección–. ¡Ve a buscarlo!


La casa estaba detrás de una cerca de arbustos que necesitaba una buena poda. Una vez allí, Paula estacionó el coche y se quedó un buen rato tras el volante, intentando reunir el valor que necesitaba. Veía luz en las ventanas, lo que significaba que Pedro estaba en casa. Pero ella ya no se sentía tan segura. Él podía pensar que aquello era una invasión de su intimidad. O quizá estuviera con alguien, o quizá… Pero no tenía sentido seguir allí sentada. De modo que salió precipitadamente del coche y cuadró los hombros. Cuando llegó a la entrada tragó saliva. Llamó a la puerta y esperó. Pedro no tardó en abrir. Tenía un aspecto terrible. Paula advirtió entonces que nunca lo había visto sin afeitar. Llevaba la camisa desabrochada y tenía los ojos inyectados en sangre. Se la quedó mirando sin decir nada, muy serio.


–¿Puedo pasar? –preguntó Paula, con un hilo de voz.


Por un instante, no contestó. Después se encogió de hombros y se apartó. Había periódicos por el suelo. Y una botella de whisky entre ellos. No había copas. Al parecer, Pedro había estado bebiendo directamente de la botella. ¿El inteligente y controlado Pedro bebiendo de una botella? Paula no se lo podía creer. Se aclaró la garganta.


–Creo que te debo una disculpa.


Pedro se encogió de hombros y se volvió.


–No te preocupes por eso. No quieres casarte conmigo. No es culpa tuya. No se puede amar a dos personas al mismo tiempo.


–Exactamente. Eso era precisamente lo que me asustaba.


Pedro pestañeó. Paula podía advertir su incredulidad.


–¿Qué?


–Pensaba que estabas enamorado de Ivana.


–¿Qué?


–Mi madre comentó algo. Y bueno… Me parecía bastante probable. Tú me dijiste que te había enseñado el lenguaje del cuerpo. Y ella es tan inteligente… Yo no soy nada inteligente y…


–¿Estás diciéndome que nos has hecho pasar por todo esto porque estabas celosa de Ivana?


–Mi hermana es maravillosa.


–Claro que es maravillosa –respondió Pedro, impaciente–. Pero mírate a tí. Tú eres capaz de parar el tráfico.


–Pero no conseguí detenerte a tí –respondió Paula, con amargura.


–¿De qué estás hablando?


–Me dejaste. Aquella mañana… Habíamos hecho el amor, pero tú te fuiste y no volviste.


Pedro se llevó las manos a la cabeza. 

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