miércoles, 8 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 13

 —¿Has registrado el apartamento a ver si hay alguna dirección o teléfono?


—Sí, pero no he encontrado nada importante.


—Bueno, no podemos seguir esperando aquí.


—La niñera dice que empezó a tener bastante miedo. Cuando llegué aquí estaba a punto de llamar a la policía.


—¿Pero no lo ha hecho? 


—No, o al menos eso dice.


—Bien —Pedro asintió una vez más—. Que un abogado de la ciudad se ocupe de esto antes de hablar con las autoridades.


—¿O sea, que piensas quedarte con el niño? —preguntó Javier, extrañado.


—Por supuesto.


Javier asintió, pero en ese momento el niño empezó a agitarse y llorar. Los dos hombres volvieron a mirar al interior de la cuna.


—Está llorando —dijo por fin Javier.


—Sí, eso parece —dijo Pedro, retrocediendo un par de pasos.


Un niño llorando no entraba en su experiencia, y tampoco estaba seguro de querer saber más. Javier movió los dedos delante de la cara del bebé, pero eso sólo consiguió hacerle llorar más.


—No se calla.


Pedro frunció el ceño, sin saber qué hacer.


—No —dijo, después miró a su ayudante—. ¿Ha llorado antes?


—Estaba dormido, creo. Al menos no hacía tanto ruido —respondió Javier.


—Ahora sí.


—¿Y qué hay que hacer para que se calle?


Pedro lo miró irritado.


—¿Y cómo quieres que lo sepa?


Los dos hombres se miraron y después, de nuevo, volvieron su atención al bebé.


Paula había conseguido cruzar el salón y estaba justo detrás de ellos. Apenas podía ver al bebé, pero su llanto desesperado la hizo abrirse camino entre los dos hombres.


—No se maten buscando el interruptor para apagarlo —les espetó ella—. No tiene.


Pedro dió un paso atrás, aliviado al verla acercarse a la cuna y mirar al pequeño. 


Una masa de pelo negro, mejillas rojas por el llanto, los ojos cerrados y los puños golpeando el aire. Aquel niño no se parecía en nada a Candela y, aliviada, Paula respiró profundamente y le habló.


—Hola, pequeñín. ¿Qué te pasa? Tranquilo, enseguida estarás bien.


El sonido de una voz femenina detuvo el llanto y el pequeño abrió los ojos castaños y la miró con curiosidad, como si fuera algo interesante. Paula sonrió. El niño era adorable. Lo sacó de la cuna y lo tomó en brazos. Por el momento cerró los ojos y dejó que la sensación la bañara por completo. Tenía un bebé pegado al cuerpo, repitiendo una experiencia que le había sido arrebatada, y ahora, por primera vez en dos años, podía sentirlo otra vez. Se le llenaron los ojos de lágrimas.


—¿Sabes cómo calmarlo? —preguntó la voz del hombre que la había llevado hasta allí.


Paula asintió sin mirarlo. No quería que la viera con los ojos empañados. 


Pedro se la quedó mirando. No siempre era tan sensible como debería con las emociones y sentimientos femeninos, pero esta vez se dio cuenta de que ocurría algo. No estaba muy seguro de qué era, y titubeó un momento antes de llegar a la conclusión de que Paula sabía lo que hacía. Javier se acercó a la puerta del dormitorio, y Pedro lo siguió. Tenían que hablar con la niñera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario