lunes, 13 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 22

 —Paula, por favor.


Ella se agitó bajo las sábanas. «¡No descuelgues, Paula!».


—Paula, es por el niño.


¿El niño? Bueno, si era el niño… Con un suspiro alargó el brazo y descolgó.


—¿Paula?


—Hola —dijo en un tono de voz bastante serio.


—Buon giorno —respondió él.


Se hizo un largo silencio. Ninguno de los dos dijo nada, y Paula pensó que quizá él estaba tan dudoso como ella. Después de todo, la noche anterior ambos estuvieron convencidos de que no volverían a verse. Él la besó y ella casi se desvaneció en sus brazos. Sí, no podía negarlo. Había sido como gelatina en sus brazos. Afortunadamente, un taxi apareció por la calle sin darle tiempo a ponerse totalmente en ridículo, y de allí volvieron al Longhorn Lounge donde Javier les esperaba ansiosamente. Sus dos citas respectivas habían desaparecido hacía rato, por supuesto. Después Javier se fue al hotel con el pequeño y Pedro a una comisaría de policía a denunciar el robo del Ferrari. Paula se metió en su coche y volvió a su casa, todavía sintiendo el hormigueo en la piel, el desvanecimiento en el alma, y el corazón fuera de sí. Pero totalmente segura de que no volvería a saber de él. Después de todo, su pequeño… ¿Cómo lo había llamado, encuentro? Fuera lo que fuera, había sido ilegítimo. Ya era hora de que lo borrara de su vida y de su cabeza. Pero allí estaba él, al otro lado de la línea telefónica.


—¿Cómo has sabido mi teléfono? —preguntó ella por fin.


—Tengo gente trabajando para mí que sabe cómo averiguar esas cosas.


—Oh.


Seguramente habría sido Javier. ¿O tendría más gente? Hum. No estaba segura de que eso le hiciera mucha gracia.


—¿Qué tal está? —preguntó.


—¿Quién, el niño?


—Sí.


—Bien.


—¿Ha aparecido su madre?


—No. Aunque tengo a alguien vigilando el departamento de vez en cuando, por si acaso.


—Bien.


Paula no podía imaginar qué podía alejar a una madre de un niño tan precioso.


—Pero… Has dicho que tenías problemas —dijo ella, recordando el motivo que le había hecho descolgar el teléfono.


—Bueno, no es exactamente un problema —dijo él—. Pero… He contratado a una niñera interna.


—Oh. Bien, bien. ¿Has comprobado sus referencias?


—Por supuesto.


Paula respiró profundamente sin querer pensar demasiado en el niño que había tenido en sus brazos la noche anterior. Todo aquello era parte de la bifurcación del camino que no iba a tomar, incluso si había descolgado el teléfono.


—Bien.


Paula esperó. Pedro quería decir algo más, pero le costaba hacerlo. Lo podía imaginar con el ceño fruncido y expresión pensativa, pero rápidamente apartó la imagen de su mente. Si continuaba así, no tardaría en volver a desvanecerse.


—Pedro, ¿Qué ocurre?

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