miércoles, 22 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 42

 —Yo puedo entender la filosofía de la señora Turner con Joaquín —le dijo Paula a Pedro mientras ordenaban la habitación—. No está bien dejar que los niños crean que pueden manipular a los mayores continuamente, pero el caso de Joaquín es especial. Echa de menos a su madre y en este momento lo que más necesita es amor y cariño para que le ayude a sentirse seguro. Y no disciplina.


—Sí, creo que tienes razón —dijo Pedro hablando en voz baja para no despertar al niño—. Yo desde luego me siento mucho más de acuerdo con tus métodos que con los de ella.


—Me alegro —dijo ella con una sonrisa. 


Las palabras de Pedro la tranquilizaban. Sin embargo, Paula sabía que hasta la mejor de las intenciones podría evaporarse en cuanto alguien se veía sometido a una situación de estrés.


—Necesito algo para dormir —dijo ella, mirándose el vestido azul que llevaba.


Entonces se dió cuenta de lo escotado que era. Lo había olvidado. Las mejillas se le cubrieron de rubor y, al levantar la cabeza y mirar Pedro, vió que él la estaba mirando también. Sin duda adivinando sus pensamientos. La tensión entre ellos se multiplicó por mil. Rápidamente Paula le dió la espalda y no volvió a mirarlo hasta que él salió del dormitorio y regresó con una camiseta. Al menos podría utilizarla como camisón. Pedro empezó a hablar de distintos temas y Paula se dió cuenta de que su intención era tranquilizarla. Se lo agradeció, pero no se sentía cómoda. Al margen de la presencia de Javier en otra de las habitaciones de la suite, estaban prácticamente solos. Eso hacía que Pedro fuera una amenaza para ella, o al menos para su tranquilidad. El hombre era una fuerza demasiado potente para ser ignorada. En un momento, él hizo un comentario sobre P.J., y Paula no pudo evitar hacer un comentario.


—Su intención es casarse contigo —dijo mirando a Joaquín, que dormía tranquilamente en la cuna.


Él ni se inmutó. Acercándose a ella, sonrió al bebé dormido.


—Sí —dijo él con una calma que la exasperó—. No esperaba que llegara a tanto, pero me temo que tienes razón.


Paula se volvió a mirarlo con indignación.


—¿Cómo te lo puedes tomar con tanta tranquilidad? Apenas la conoces. No sé, anoche, sin ir más lejos, creías que yo era ella.


—Ojalá no me hubiera equivocado —dijo con sequedad.


Paula dió un respingo y entrecerró los ojos, con incredulidad, pero él esbozó una sonrisa.


—Esto no es un matrimonio por amor, Paula. Sólo es un acuerdo empresarial.


—Eso fue lo que me dijo ella —recordó ella—. Tú te casas con ella y así tu madre se queda con el rancho. 

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