lunes, 13 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 24

Él titubeó, y después dijo con escepticismo: 


—Espero que tengas razón.


Hubo otro largo silencio.


—¿Todo va bien? —preguntó ella por fin—. Me refiero a todo lo demás.


—Oh, sí, estupendamente. Un pediatra le ha hecho un chequeo y hemos solicitado una prueba de ADN. Llevará algo de tiempo, pero creo que no habrá problemas.


—Bien.


¿Por qué no colgaba de una vez y la dejaba en paz? Paula estaba disfrutando de su voz y de él más de lo que debería. De repente recordó algo y preguntó:


—¿Te has puesto en contacto con tu cita de anoche?


Al otro lado del teléfono hubo un nuevo titubeo, y después él respondió:


—Todavía no. ¿Y tú?


Paula suspiró. Todavía no se sentía con ánimos para llamar a Gustavo y pedirle disculpas.


—No, aún no. Pero es pronto. No me gustaría despertarlo.


Un nuevo silencio, esta vez cargado de electricidad. Por fin él dijo en voz muy baja:


—¿Te he despertado?


Una cálida y sensual oleada la recorrió. ¿Cómo lograba que una sencilla pregunta implicara toda una avalancha de contacto íntimo? Algo en su tono de voz, grave y ronco, conjuraba una imagen de cómo podía haberla despertado, deslizando las manos bajo las sábanas, dejando un rastro de besos en su piel. Paula contuvo un suspiro. Aquello era ridículo. No era una quinceañera. Era una mujer hecha y derecha. Incluso había estado casada, por el amor de Dios. Sabía muy bien lo que era tener un hombre en su cama. Pero no aquel hombre. ¡Oh, cielos! No pensaba responder a una pregunta tan provocativa. Tenía que pensar en algo diferente, ya. Algo que rompiera la sensual tensión que se había creado entre ellos. 


—Llevo horas levantada —dijo ella mintiendo descaradamente—. Tengo cosas que hacer, por si no te habías dado cuenta.


—Y supongo que quieres volver a ellas —dijo él aceptando la indirecta con un suspiro—. Vale, Paula. No te entretendré más.


Paula sujetaba con tanta fuerza el teléfono que empezaban a dolerle los dedos.


—Gracias.


—O sea, que esto es todo.


Paula parpadeó, sintiendo casi ganas de llorar.


—Eso parece.


—Me ha encantado conocerte, Paula.


—Sí, lo mismo digo.


Ahora tenía los ojos llenos de lágrimas. ¡Qué ridículo!


—Adiós.


—Ciao.


Paula colgó el teléfono, dijo un taco que casi nunca decía y lanzó un peluche contra la pared. 

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