lunes, 27 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 46

 —He traído café —dijo él.


—Ya lo veo —respondió ella.


Pedro dejó las tazas en el tocador y se volvió hacia ella. 


—Déjame sujetarlo —dijo él refiriéndose al niño.


—¿De verdad? —preguntó ella.


Él asintió.


—Si todo sale bien, mis planes son criar a este niño —dijo él—. Quiero hacer las cosas bien.


—Si todo sale bien —repitió ella entregándole al pequeño—. En otras palabras, si Romina te lo permite.


Pero ¿Por qué iba a hacer eso una madre sin luchar por recuperar a su hijo? Aunque tenía que reconocer que aquella madre no parecía muy interesada en seguir ejerciendo de madre. Probablemente Pedro podría conseguir quedarse con el niño a cambio de dinero. Pero eso era sólo parte del problema. Frunció el ceño, y después planteó una pregunta difícil. 


—¿Y si el ADN sale negativo? ¿Qué ocurrirá si no hay vínculo biológico con tu hermano?


Pedro se encogió de hombros, sonriendo al pequeño.


—No creo que eso ocurra.


—¿Pero no crees que deberías estar preparado por si acaso? ¿Qué piensas hacer con el niño si no es hijo de Leonardo?


Pedro levantó los ojos y la miró.


—Ya he hablado con un abogado. Están estudiando estrategias legales para cuando lleguen los resultados de las pruebas.


Paula sintió un estremecimiento.


—Si Romina no aparece y Joaquín no es hijo de Leonardo, ¿Lo abandonarás?


El rostro de Pedro se endureció.


—Paula, ya te lo he dicho, no creo que eso sea una posibilidad a la que tengamos que enfrentarnos. Déjalo ya.


Pedro tenía razón. Tenía que olvidarse de ello. Lo mejor era dejarlo de momento. Respirando profundamente, intentó tranquilizarse y seguir su consejo. Pero la idea de dejar a Joaquín abandonado la inquietaba profundamente, y en ese momento supo que no permitiría que ello ocurriera. Lo que le preocupaba era que Pedro no pudiera comprometerse con el niño desde aquel mismo momento, y eso le hizo pensar que había hecho bien en decidir cuidarlo. Alguien tendría que protegerlo. Jugaron con Joaquín durante otros diez minutos hasta que el niño fue cerrando los ojos. Con sumo cuidado, Pedro lo dejó en la cuna y Paula lo cubrió con la manta.


—¿A que es adorable? —dijo ella sonriendo a la cabecita de pelo moreno.


—Es un niño —respondió Pedro en tono seco—. Todos los niños lo son.


Paula sonrió para sus adentros, sabiendo que se estaba encariñando con el pequeño mucho más de lo que quería reconocer. Levantó la cabeza y se lo encontró mirándola fijamente. Esta vez sus intenciones eran claras. 


—Pedro —dijo ella a modo de advertencia, retrocediendo un paso, muy consciente del peligro que él representaba.


Un peligro muy italiano y muy seductor.


Estirando un brazo, Pedro le sujetó la barbilla con un dedo y le alzó la cabeza.


—Lo siento, Paula, pero eres demasiado hermosa para que pueda resistirme. Tengo que besarte.


—Oh, Pedro, no.


—Sólo un beso de buenos días. No más.


—Pedro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario