miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 71

 –Sí, se van a casar. Sebastián me ha elegido como padrino y tú vas a ser la dama de honor principal. Sofía te explicará todo lo demás cuando vuelva.


–¡Vaya! –Paula se llevó una mano a la garganta, sobrecogida–. Y dime, ¿Qué llevas ahí, en esa caja?


–Una tarta de compromiso. Para tí. Es una tradición del norte de Inglaterra, pero yo me he desviado un poco de la tradicional.


–¿Una tarta de compromiso? ¿Así que te vas y me dejas con la palabra en la boca un día y luego tienes la cara dura de volver con una tarta de compromiso? ¿Qué es lo que te propones, Pedro? ¿Esperas que te perdone por tratarme como a un segundo plato en cuestión de prioridades? Estoy harta de que me digan lo que tengo que hacer y lo que debo o no decir, estoy harta de que me manipulen, de que me mientan y de que no tengan en cuenta mis sentimientos. No, no voy a seguir permitiéndolo y menos a tí. Así que ya puedes irte y darle la tarta a cualquiera que se respete tan poco a sí misma como para aguantarte. Adiós y buenas tardes.


–¿Has terminado ya? –preguntó él medio en serio.


Paula inhaló un par de veces.


–Sí, creo que sí.


–Bien –respondió Pedro al tiempo que empujaba la caja sobre la mesa hacia ella–. Me parece que necesitas un poco de azúcar. Prueba la tarta, puede que te guste.


Paula fue a agarrar la caja, pero retiró la mano inmediatamente.


–Un momento. ¡Si como un trozo de esta tarta significará que somos novios! ¡Eres un sinvergüenza! Aparta de mí esa tarta. No voy a comerla. ¿O es que no oíste lo que te dije el otro día?


Pedro esbozó una traviesa sonrisa, abrió la tapa y balanceó la caja delante de la nariz de Paula.


–Es de limón.


Ella empujó la caja hacia él.


–Tramposo.


–Sí, lo reconozco –Pedro volvió a empujar la caja hacia ella–. Pero mi madre me ha dicho que cree que te gustaría. Me lo dijo después de contarme que se ha estado tomando los medicamentos desde que terminó el último cuadro y también que Diego la ha invitado a cenar y que ella le ha dicho que sí. Y no me mires así. Diego me cae bien y es un fotógrafo estupendo. Estoy seguro de que le gustará California y mi madre está deseando llevarle allí. Sola, sin mí. Al parecer, tres son una multitud.


–¿Diego y Ana? No sabes cuánto me alegro –Paula le devolvió la sonrisa–. Dime, ¿Vas a sabotearles?


–No. Creo que Diego quiere a mi madre de verdad y también que serán felices juntos. Al menos, confío en que así sea –Pedro se interrumpió un segundo–. La cuestión es que mi madre me ha despedido, ya no necesita mis servicios, le sobro. En su opinión, llevo demasiado tiempo cuidándola y ya es hora de que viva mi vida y disfrute.


–¡Vaya! ¿Y vas a soportarlo? –preguntó Paula.


Al momento, se vió recompensada con una sonrisa.


–Estoy haciéndome a la idea de que mi madre sufriría mucho si yo dejara escapar la ocasión de ser feliz con la persona de la que estoy enamorado. Aunque reconozco que me asusta dejar que una mujer conozca al hombre en el que me he convertido.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas al ver a Pedro Alfonso levantarse de la silla y ponerse de rodillas delante de ella. Temió estallar de felicidad. A él no le importó que algunas de las mujeres del club se hubieran asomado a la parte del café donde estaban.


–Por eso me he pasado la noche preparando esta tarta para tí, solo para tí, mi amor. Sé que no te merezco, pero si me dejas, te demostraré lo que es el verdadero amor. ¿Me lo vas a permitir, Paula?


Todo el mundo en el café se quedó en silencio. Nadie se movió. Paula sintió todos los ojos en ella cuando agarró una cuchara y la agitó en el aire un instante. Entonces, hundió la cuchara en la tarta de limón y, cuando la tuvo llena, se la llevó a la boca. Pedro se la quedó mirando, sonriendo, mientras ella masticaba con lentitud. Una explosión de sabores la hicieron cerrar los ojos. Era la tarta más exquisita que había comido nunca. No iba a permitir que Pedro hiciera una tarta así para otra chica. Se oyeron estruendosos aplausos y, cuando abrió los ojos, lo primero que vió fueron los de él. En ese instante supo lo que era sentirse la chica más guapa del baile. Estaba enamorada y se sentía amada.


–Buena tarta –Paula sonrió pícaramente–. Ya puedes ponerte en pie… porque mi respuesta es… ¡Sí, sí, sí!


Paula se arrojó a los brazos de él riendo, llorando, riendo un poco más… Sabía que había encontrado su verdadero hogar. Se podían decir muchas cosas sobre la receta perfecta para la seducción.





FIN

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