lunes, 5 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 65

 –Mi padre y su amante se quedaron en el hospital mientras mi madre y yo nos fuimos y agarramos un taxi. Durante los diez primeros minutos del trayecto no hablamos, estábamos completamente atónitas, tratando de asimilar la situación. Entonces, mi madre se sinceró conmigo y me confesó que… Que Miguel Chaves no era mi verdadero padre.


–¿Qué? ¿Y nadie te había dicho nada hasta entonces?


Paula negó con la cabeza.


–No, no tenía ni idea. Al parecer, dos años después de casarse, mi madre se fui a París seis meses a estudiar y se enamoró de un compañero que estaba casado. Fue un flechazo. Me confesó que ese hombre era el amor de su vida, a pesar de que su apasionada relación solo duró tres meses.


–¿Qué pasó luego? Lo que quiero decir es que los dos estaban casados.


–Hablaron de divorciarse de sus respectivos cónyuges, pero sabían que sus divorcios ocasionarían mucho daño a terceras personas, así que decidieron romper.


–Pero si él era el amor de su vida…


–No sé más. Lo que sé es que mi madre se quedó embarazada de mí y que mi padre estaba encantado. Yo iba a ser la persona que ayudara a enmendar su matrimonio. Pero no fue así. A mi padre le molestó el cambio de tener un bebé en la casa y que su bonita esposa, de repente, no pudiera acompañarle en sus viajes de negocios y hacer de anfitriona en las fiestas montadas para agasajar a los inversores como había hecho hasta entonces.


–Y continuaron casados a pesar de no estar enamorados, ¿No?


–Sí, continuaron casados porque mi padre se negó en redondo a concederle el divorcio a mi madre. Además, le dejó muy claro que si le abandonaba, él se quedaría con mi custodia y no le permitiría volver a verme nunca.


Pedro lanzó una maldición.


–¿Por qué? ¿Tantas ansias de poder tenía como para utilizar a una niña de esa manera?


–Sí. Pero no era eso solo. Él necesitaba aparentar tener la familia perfecta, presentar esa imagen. Ya sabes, una casa inmaculada, la esposa bonita y abnegada, y la hija inteligente. Yo no era más que un peón en el falso hogar que había construido para ensalzar su ego.


–¿Y tu verdadero padre? ¿Qué sabes de él?


–No sé nada. Mi madre tenía prohibido hablar con él y no le dijo que tenía una hija –Paula suspiró–. Fue una noche muy larga, no paramos de hablar. Creo que yo grité alguna vez que otra. Ninguna de las dos durmió mucho.


La expresión de Paula se desvaneció.


–Pero a la mañana siguiente, cuando sonó el despertador a las cinco de la mañana y me levanté, como siempre, para prepararme para la reunión que solíamos tener durante el desayuno, de repente tuve que sentarme en la cama otra vez porque estaba medio mareada. Y ahí sentada me vino una idea a la cabeza y comencé a sentirme muy bien.


Paula miró a Pedro y le tomó las manos.


–Se acabó, no iba a volver a un trabajo que odiaba. Mi padre iba a tomar una jubilación anticipada y se iba a vivir a Francia con su amante a la casa que tenían desde hacía años. Y yo ya no tenía que hacer nada para ganar su aprobación. Me sentí libre por primera vez en la vida. Fue como si me hubieran quitado un enorme peso de encima. Fue maravilloso.


Paula bajó la cabeza y, cuando volvió a alzarla, unas lágrimas le resbalaban por las mejillas.


–Me sentía tan feliz que empecé a reír y mi madre vino a mi habitación a ver qué me pasaba. Creía que había perdido la cabeza. Al final, las dos acabamos riendo y contentas como no lo estábamos en años. Fue como si el mundo se hubiera abierto para mí. Por fin era libre, por fin podía hacer lo que quisiera.


–Y la primera persona en la que pensaste fue en Beatríz, ¿Verdad? – comentó Pedro mientras le secaba las lágrimas con un dedo.


Paula asintió.


–Sí, así es. Los únicos momentos felices en casa habían sido con Beatríz haciendo pasteles y tartas en la cocina. Era lo que me gustaba.


Paula se arrodilló en la cama y apretó las manos de Pedro.


–Y el resto ya lo sabes. Estoy encantada con la decisión que tomé. Y lo extraño es que mi madre también está contenta, se alegra mucho de que, por fin, yo haga lo que me gusta.

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