viernes, 2 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 57

Se apartó el cabello del rostro y se puso en pie. Se echó agua en la cara y se puso en acción. Lo primero que tenía que hacer era ver qué ingredientes tenía. Quizá Pedro hubiera tirado los bizcochos quemados a la basura… Pedro. ¿Había estado allí o ella lo había imaginado? Bostezando, Paula bajó las escaleras de camino a la cocina. Debía haber estado peor de lo que había imaginado porque del altavoz salía una música de jazz que no solía escuchar. Cruzó la puerta cautelosamente y se quedó helada. Pedro estaba delante del mostrador de la cocina, completamente absorto. Encima del mostrador había un fondant color dorado de una confección exquisita, la más hermosa que había visto nunca. Se le hizo un nudo en la garganta al verle levantar con sumo cuidado el fondant y cubrir con él la tarta. No se atrevió a moverse para no hacer ruido y distraerle, lo que podía acarrear consecuencias desastrosas. Estaba viendo trabajar a un artista.


–Excelente tarta de cuatro pisos. Cuajada de limón y vainilla en la capa más alta. Mi receta especial de chocolate en la de abajo. Cobertura dorada –dijo él mientras comprobaba que el fondant estaba bien fijo.


–A Beatríz le gustan las tartas más sencillas, pero a Eduardo le vuelve loco el chocolate –susurró ella sobrecogida de emoción–. Es maravillosa, Pedro. Me encanta el fondant dorado que has hecho, el diseño de encaje es increíble.


Pedro le sonrió.


–No es nada. Lo único que he hecho es seguir las instrucciones que tenías escritas, en las que especificabas claramente que querías dos sabores. La cobertura dorada me ha parecido apropiada para celebrar unas bodas de oro. Dime, ¿Cómo te encuentras?


Paula se adentró unos pasos en la cocina, se sentó en un taburete y apoyó el codo en el mostrador.


–Mucho mejor. Increíble, he dormido cuatro horas. Lo mejor es que se me ha pasado el dolor de cabeza.


–Si es como el resfriado de mi madre, mañana estarás bien. Pero lo mejor es que hoy te lo tomes con calma. La tarta ya está hecha, así que no tienes que hacer nada.


–Me siento culpable –declaró Paula–. Me gustaría ayudar en lo que sea.


Pedro asintió.


–¿Qué te parece un lazo dorado alrededor de la base del soporte? ¿Quieres hacer eso tú mientras yo termino el adorno principal, el de arriba, antes de que el fondant endurezca demasiado?


–Sí, perfecto –Paula sonrió a punto de bajarse del taburete, pero se detuvo y parpadeó al ver a Pedro limpiando el glaseado del mostrador de la cocina–. ¿Qué adorno estás haciendo?


–Toda tarta nupcial, también las que son para celebrar bodas de oro, necesitan un objeto decorativo sobre el piso superior, ¿No? Además de ir a ver cómo estabas de vez en cuando, tenía que entretenerme con algo mientras la tarta se enfriaba.


–¿Has ido a ver cómo estaba? –Paula se sonrojó.


–Roncas muy bien –comentó Pedro guiñándole un ojo–. ¿No te lo habían dicho?


–Debe ser el resfriado –respondió ella entrecerrando los ojos–. Esto no es justo, no estoy vestida para las visitas.


–A mí me parece que estás bien.


–La tarta, centrémonos en la tarta. Todavía no me has dicho qué adorno estás haciendo… Ah, eso es perfecto.

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