viernes, 16 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 19

Estaba demasiado cerca. Tenía la mirada ensombrecida, tal vez por el efecto del jet lag y del agotamiento de la noche anterior. Estaba demasiado pálida, se la veía demasiado pequeña. Tenía su mano en la suya. Estaba mirándolo como si estuviera atrapada. Y así era como él se sentía. Atrapado. Pero no quería...  Unos sonidos entre los arbustos llamaron su atención y lo agradeció. Le soltó la mano y se giró. Nicolás. Conocía a ese chico, el hijo del anterior gerente. Era el hijo mayor de Adrián, tenía once años, aunque se le veía pequeño para su edad. Era un niño pecoso con el pelo rojizo y de punta, despeinado, descuidado y muy tímido; además, estaba demasiado flaco y desaliñado. Había sido la sombra de su padre cuando Pedro volvió a la granja, pero después su padre se esfumó y también lo hizo Nicolás, aunque durante las últimas semanas lo había visto volver allí, aparecer y desaparecer. Era como una sombra entre la maleza que lo observaba en silencio. La última vez que lo había visto había logrado acorralarlo y mandarlo a casa, con amabilidad, pero con firmeza. No quería a un niño moviéndose entre caballos que eran tres veces más grandes que él. No podía estar en todas partes, y tener a un niño rondando por la granja era peligroso. Se lo había llevado a Brenda, la mujer abandonada por Adrián, y le había dicho que le echara un ojo a su hijo, que no lo dejara aproximarse a la granja ni acercarse a los caballos. Ella le había dicho que el niño no era suyo, que era fruto de una relación anterior de Adrián, y que lo cuidaba lo mejor que podía, pero que teniendo a sus dos hijas propias no podía estar vigilándolo todo el tiempo. Él se había quedado consternado, pero no podía hacer nada al respecto.


–Simplemente mantenlo alejado de mi propiedad –le había dicho, pero a pesar de ello, ahí estaba el chico, entre los arbustos, observándolos. 


Sabía que no debía estar ahí y en cuanto Pedro lo vió, retrocedió y se preparó para salir corriendo.


–¡Hey! –dijo Paula antes de que él pudiera decir nada–. Tú eres el niño que me dijo cómo llegar hasta aquí ayer. Gracias. ¿Te apetece un sándwich?


Eso era más bien lo contrario de lo que Pedro había pretendido decirle. Abrió la boca para decirle que se fuera, pero Paula se le había adelantado.


–Ternera o mermelada, no es nada especial, aunque la mermelada está rica.


El niño salió de entre los arbustos como si estuvieran tirando de él y antes de que Pedro pudiera decir nada, ya tenía un sándwich en la boca. Paula sonrió.


–Me gustan los niños que disfrutan de la comida casera. ¿Cómo te llamas?


–Nicolás –respondió masticando.


–Encantada de conocerte, Nicolás –miró a Pedro–. ¿Es amigo tuyo?


¿Cómo explicarle la conexión? ¿Debía decirle que era el hijo del antiguo administrador que se había largado con otra mujer y con mucho dinero que le pertenecía a la granja? No, no era posible.


–La madre de Nicolás es dueña de la propiedad contigua –dijo con tirantez.


Eso tampoco era, exactamente, verdad. Él era el dueño de la propiedad contigua, Brenda se alojaba allí gratis. Si pudiera echarla, podría ocupar la casa con un granjero decente y trabajador, pero Adrián también le había robado todo a Brenda y no tenía el valor de echarla de allí. Sin embargo, tampoco quería que el chico estuviera allí, un chico necesitado que le recordaba a una niña: Podía ver a Candela mirándolo a través de los ojos de Nicolás.


–Tu madre se va a preocupar –le dijo al chico con aspereza.


–Brenda sabe dónde estoy.

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