miércoles, 14 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 14

 –Y un empleo.


–Déjate de empleos, solo dame un baño –dijo respirando hondo. Se puso recta y lo miró fijamente, como si quisiera encontrar en su rostro la verdad de lo que decía–. Un gran baño caliente, ¡Yo misma llevaré el agua si hace falta!


–Ya has hecho bastante por esta noche –le contestó él a regañadientes–. Has hecho más que suficiente. En cuanto al trabajo...


–Mañana. Pensaré en todo lo que quieras con tal de que el baño venga primero.


Se dirigió al cuarto de baño. La antigua bañera de cuatro patas era enorme y costó llenarla, pero mientras él estuvo haciéndolo, ella no pudo parar de sonreír. 


Pedro se aseguró de que tenía todo lo que necesitaba y a continuación se dirigió al establo para ver cómo se encontraban la yegua y la potrilla y meditar sobre lo que acababa de pasar. Había llegado allí después de la muerte de Candela pensando que tenía un administrador y un mozo de cuadra. Sin embargo, lo del mozo de cuadra había sido un ejemplo más de la fraudulenta práctica de su administrador, como también lo habían sido las costas que le había facturado por el mantenimiento del lugar. Al parecer, su abuelo no se había preocupado por la infraestructura durante años y el granuja de su gerente lo había empeorado todo más. Los caballos habían recibido cuidados y el ganado se había encargado de segar la hierba, pero nada más se había hecho en aquel lugar. Por lo tanto, se vió allí sin ayuda y sin un espacio adecuado donde alojar a nadie que lo ayudara. Cuando recibió la carta de Miguel Chaves se había visto contra las cuerdas. La oferta de Miguel ofrecía un mozo y un veterinario, dos en uno. La residencia del gerente se encontraba inhabitable y no tenía tiempo para arreglarla, pero ¿podía alojar a un chaval en la casa principal? ¿Un estudiante que necesitaba experiencia para conseguir un trabajo en otra parte? ¿Un chico al que no le había importado su advertencia sobre lo duro que era ese lugar? Un chico así aceptaría el trabajo y un chico así no se entrometería en su vida. Le había dado vueltas al tema de la carta durante varios días antes de responder, pero había sido demasiado tentadora como para resistirse. Y ahora era más tentadora aún. Paula sí que era una buena veterinaria. Y así, le había ofrecido el empleo. Si aceptaba, la decisión ya estaría tomada. Y eso significaba que viviría con ella seis meses. No quería vivir con nadie seis meses, pero al sentarse en un fardo de heno y ver cómo la yegua y su cría se recuperaban lentamente del calvario que habían vivido, pensó en la habilidad y rapidez de ella y supo que su llegada era un regalo que no podía rechazar. Pensó en cómo se había sentido al verla sentada frente a él en la mesa, recordando a Candela, recordando el dolor. Esos últimosmeses mientras Candela se había dejado arrastrar tanto por la depresión que nada podía tocarla seguían resultando espantosos. Pero ahora lo único que tenía que hacer era mantenerse al margen, lo único que tenía que hacer era no preocuparse. Esa era la promesa que se había hecho. No volver a preocuparse nunca por nadie. Pero era encantadora, inteligente y capacitada. ¡Y preciosa!


–¡Para ya! –gruñó y la yegua se movió sobresaltada. La potrilla, sin embargo, seguía mamando–. ¿Lo ves? Así es como tendría que ser yo; preocuparme solo de lo mío, como tu bebé –le dijo a su preciosa yegua–. Estoy aquí para criar los mejores caballos de ganado de Australia y no me interesa nada más.


Mentiroso. Él estaba muy, muy interesado en la mujer a la que acababa de acompañar al cuarto de baño. Había visto su rostro iluminarse al ver el vapor del agua caliente y él había querido... había querido... No importaba lo que quisiera. Sabía lo que tenía que hacer. Le había ofrecido un empleo porque ese establo la necesitaba. Eso era todo, y por ello, a partir de ya mismo daría comienzo a una relación entre jefe y empleada. Eso, contando con que ella se quedara. No debería querer que se quedara, pero así era. ¿Se quedaría? ¿Importaba?

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