miércoles, 21 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 29

 –No prometo nada, pero estaba allí la semana pasada.


–Entonces será mejor que nos pongamos en marcha –le dijo el hombre mientras se anotaba la dirección en el dorso de la mano y les indicaba a los demás que se marchaban.


Allí se quedaron Brenda, Nicolás y Paula mirando asombrados a Pedro.


–Espero que no quisieras proteger... –empezó a decir Pedro antes de mirar a Nicolás– a la otra parte de las negociaciones –se corrigió y Brenda dejó escapar un desgarrador sollozo.


Al instante, Paula se había bajado del caballo, le había dado las riendas a Pedro y estaba subiendo los escalones del porche para abrazar a la mujer. ¿Qué pasaba con las mujeres? ¿Cómo hacían eso? Ella nunca había visto a Brenda en su vida y, sin embargo, ahí estaba, abrazándola. Eso lo hizo sentirse... No estaba seguro de cómo lo hacía sentirse. Bueno, sí. Lo hacía sentirse como un intruso fisgoneando.


–¿Brenda está llorando porque has hecho que se vayan? – preguntó Nicolás atónito–. No les cae bien.


–¿Han venido mucho por aquí?


–Todos los días que llega la pensión, aunque la última vez el tendero del supermercado dijo que si no se lo dábamos todo a él no nos daría más comida y los hombres se enfadaron mucho. Dijeron que algún día volverían, pero tú has hecho que se fueran –estaba subido a lomos de Maestro, mirándolo como si fuera un héroe.


No, no. No quería eso. Un niño necesitado que era su vecino, que adoraba a los caballos... Ya era bastante malo tener a Paula allí durante seis meses; solo llevaba un día y ya podía sentir el mundo absorbiéndolo. En el porche, Brenda estaba recuperándose. Se giró para mirarlo rodeada por los reconfortantes brazos de Paula. Pero no era asunto suyo. ¿Es que nadie se lo había dicho?


–Has mentido –dijo Brenda–. Nunca me has pedido ni un centavo y no tienes a media docena de hombres en tu granja.


–Si me hubiera puesto en plan defensor tuyo, habrían vuelto. Me ha parecido lo mejor.


–Pero... ¿Y la dirección de Adrián?


–Eso sí que es verdad. Robó a la madre de su novia también y la mujer está que trina y esperaba que yo pudiera hacer algo con la dirección. Hoy, después de ver cómo los ha dejado, lo menos que podía hacer era darle su dirección a alguien a quien le importe.


–¿Sabes cuánto debe? Adrián ha estado viviendo como un rey.


–Supongo que incluso los reyes tienen que afrontar la realidad en algún momento –miró a Paula, que estaba mirándolo con una sonrisa.


–Tus niños necesitan ir de compras –dijo Paula alegremente–. ¿Qué tal si Pedro y yo los llevamos mañana?


¡Guau! Él se quedó paralizado y Brenda, al ver su expresión, respondió en consecuencia.


–No tengo dinero para ir de compras y, aunque lo tuviera, no les daría más molestias. Ya has hecho bastante por nosotros.


–¿Qué día cobras la pensión?


–El jueves, pero...


–Mi familia es rica –dijo Paula y vió la expresión de desdén de Pedro, pero aun así continuó–: Sería un placer llevarlos de compras y comprarles lo que necesiten para aguantar hasta el próximo día de cobro de la pensión.


–No aceptaré caridad –apuntó Brenda con la voz quebrada.


–No es caridad, lo hago con mucho gusto –respondió Paula mirándolo a él con decisión–. Y no necesitamos a Pedro, pero es mi jefe. Si me deja tiempo libre...


¡Lo que faltaba! Era el jefe. Estaba pidiéndole permiso para ayudar a alguien que él debería haber sabido que tenía problemas. 

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