miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 70

 –Paula, tienes visita –Mónica miró a la puerta echando chispas por los ojos.


–¿Quién es?


–Yo.


¡Pedro! Paula se negó a volverse para no darle la satisfacción de verle la cara enrojecida. Lo que sí vió fue a sus clientas, sentadas alrededor de una mesa, quedarse boquiabiertas y susurrar entre ellas con los ojos fijos en Pedro y expresiones de incredulidad.


–Señoras, es un placer conocerlas. Paula me ha hablado mucho de ustedes. Si no les molesta, me encantaría que aceptaran unos libros de cocina, firmados por mí, que espero que les sean útiles. Aquí tienen. Que lo pasen bien.


Pedro dejó una caja de cartón encima de la mesa, a la izquierda de donde ella se encontraba, y antes de poder abrir la boca una de las mujeres la abrió y se puso a sacar libros entre exclamaciones de júbilo. Cuando quiso darse cuenta, él se le había acercado y sintió su aliento en la nuca mientras él le susurraba al oído:


–¿Podrías concederme cinco minutos? Tengo que hablar contigo de Sofía y Sebastián.


–Lo siento, pero estoy dirigiendo el club de pastelería. Imposible.


–Señoras, siento interrumpirlas, pero necesito privarles de Paula durante unos minutos. ¿Me lo permiten?


Nadie respondió. Las mujeres estaban demasiado ocupadas tomándole fotos con los móviles y ojeando los libros de cocina. «¡Traidoras», pensó Paula.


–Cinco minutos, ni uno más –dijo Paula con firmeza.


Paula se apartó del hombre cuya sola presencia la derretía, se acercó a la sala principal del café y se sentó a la mesa más próxima a la puerta.


–Tienes cinco minutos para decirme lo que sea; después, te vas. Así que ya puedes empezar.


Pedro se sentó en la silla opuesta a la de ella.


–Paula, me alegro de volverte a ver.


–Creía que te habías ido a California, así que puedes imaginar mi sorpresa al verte aquí –Paula alzó la barbilla, aparentando una frialdad que en absoluto sentía.


–Sebastián necesitaba que lo ayudara con el hotel. Pensé llamarte para quedar contigo a una hora, pero tenía la sospecha de que me colgarías sin más. Por eso me he presentado de improviso. Así que dispara. Cuanto antes solucionemos esto antes podremos ponernos a trabajar juntos.


–¡Trabajar juntos! –Paula se levantó de un salto. Después, se agarró a la mesa y le clavó en la silla con la mirada–. ¿Qué te hace pensar que vamos a trabajar juntos?


–Al parecer, mi hermano se va a casar con la magnífica señorita Sofía Flynn. Yo me voy a encargar de preparar el banquete y tú, mi cielo, por deseo expreso de la señorita Flynn, de la tarta nupcial. Tú y yo a cargo de la comida. Va a ser espectacular.


–¿Sofía quiere que prepare la tarta nupcial? –preguntó Paula.


–Te va a llamar esta noche desde Pekín.


–Ah.


De repente temblorosa, Paula se recostó en el respaldo de la silla. Pedro acercó su silla a la de ella y estiró los brazos, de modo que sus dedos casi podían rozarse.


–¿Qué dices, Paula? ¿Crees que podrás aguantarme durante unas semanas mientras planificamos la comida de la boda para que sea la mejor del mundo?


Pedro ladeó la cabeza y le dedicó una de esas sonrisas irresistibles.


–Yo quiero mucho a Sebastián y sé que tú quieres mucho a Sofía. No me sorprendería nada que supieras ya la clase de tarta nupcial que a ella le gustaría.


–Dos capas de tartas individuales, una para cada invitado con su nombre. Todas ellas diferentes y deliciosas. Va a ser el pedido más importante de mi carrera profesional.


Paula lanzó un suspiro y se tragó el nudo que la emoción le había producido en la garganta.


–¿Así que de verdad se van a casar? –susurró ella.


Pedro asintió.

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