miércoles, 14 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 15

Paula se recostó en la gran y anticuada bañera y dejó que el agua caliente aplacara su alma. Ahora nada importaba, solo esa agua caliente y el hecho de que había salvado a una yegua y a su potrilla. Era para lo que había estudiado y el resultado era intensamente satisfactorio. ¿Y el hecho de que Pedro Alfonso le hubiera ofrecido un empleo? No debería aceptarlo. Era un tipo odioso, arrogante y machista, y ese lugar era un basurero. O... tal vez no. El establo estaba brillante, el equipo que Pedro tenía, y no solo médico, sino el de cada caballo, era de primera clase. Había invertido mucho dinero en el establo y en los caballos, más que en la casa, y ella podía perdonarle muchas cosas a un hombre que anteponía las necesidades de sus animales a las suyas. Además, le había dicho que arreglaría el baño. Lo había prometido, así que podría darse un baño como ese todas las noches. No tendría que volver a casa y hacer lo que a su madre se le antojara. Podía quedarse... ¿Con Pedro? Tal vez necesitaba algo de agua fría en esa bañera. ¡Guau! ¡Eso era exactamente lo que no tenía que estar pensando! Pedro Alfonso era un tipo arrogante, así que el hecho de que fuera extremadamente sexy, el hecho de que hubiera sonreído al ver a la potrilla y que a ella se le hubieran encogido los dedos de los pies al verlo... No podía permitir que nada de eso importara; esos dos detalles deberían ser suficientes para que saliera corriendo. No debía quedarse. Sacó un dedo del agua y lo observó detenidamente. Le habían hecho la pedicura y le habían pintado las uñas de rosa antes de dejar Nueva York. ¿En qué estaba pensando al arreglarse las uñas para ir allí?


–En impresionar a Pedro Alfonso no, eso seguro –se dijo–. Si me quedo aquí, lo que usaré serán botas de tachuelas.


Bien. Para eso estaba allí, no para impresionar a Pedro. Había salvado a su yegua y a su potrilla y había logrado que ese adusto gesto esbozara una sonrisa. ¡Le había escalfado un huevo!


—Eres tonta, Pau Chaves—se dijo—. Tu padre cree que eres un chico. Si vas a quedarte aquí, tienes que pensar como tal y no debería interesarte un tipo muy sexy.


¿No? No. Pero su dedo seguía fuera del agua. El dedo era un símbolo. Gran parte de Paula Chaves era una veterinaria muy sensata, pero luego estaba esa parte diminuta dentro de ella que se negaba a serlo. Había una diminuta parte que recordaba la sonrisa de ese hombre.




Se despertó, eran las once en punto y alguien estaba aporreando la ventana de su dormitorio. Eran voces masculinas. Miró el reloj; era imposible que hubiera dormido tanto. Las once de la mañana... que serían las nueve en Manhattan, la hora en la que estaría metiéndose en la cama. Pero estaba totalmente despierta. Se acercó a la ventana y descorrió un poco una cortina esperando ver a Pedro. Había una furgoneta estacionada justo junto a su ventana. Fontanería Wombat Siding, ponía en un lateral. Podía ver a tres tipos con herramientas. Eran fontaneros. Resultaba que Pedro sí que era un hombre de palabra, pensó sonriendo. Por cierto, ¿Dónde estaba? ¿Importaba? El sol brillaba, el día estaba despejado y radiante y le iban a arreglar el cuarto de baño. ¿Cómo estaría la yegua? Tardó dos minutos en vestirse. Se sentía algo aturdida, entusiasmada por la sensación de que todo pudiera salir bien y de que, a pesar de las primeras impresiones, ahí tendría un empleo como veterinaria al que podía hincarle el diente. Y estaría trabajando al lado de un tipo llamado Pedro.


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