miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 67

Paula Chaves rió por décima vez aquella mañana al lanzar una mirada a la caja de bizcochos que la habían estado esperando en la cocina después de bajar una hora más tarde de lo acostumbrado. Pedro debía haberlos dejado ahí al salir para volver al hotel a cambiarse. ¡Qué noche! Rápido, lento, más rápido. ¡Qué noche! Después de estar con ese hombre, ¿Cómo iba a poder estar con otro? Agarró una bandeja con pastas de chocolate y nuez, fue al café y empezó a colocar las pastas en el mostrador. Y casi se le cayeron. Ahí estaba Pedro, pero no era su Pedro, sino el antiguo, con el rostro ensombrecido y expresión de angustiada decepción e ira. ¿Qué había pasado? Solo había estado fuera durante un par de horas. Dejó las pastas y se quitó el delantal para acercarse a él, pero antes de poder pronunciar una sola palabra, él pasó por su lado y se dirigió directamente a las escaleras. Paula corrió tras él después de lanzar una mirada a Mónica y encoger los hombros. Llegó al ático casi sin aliento. Pedro se estaba paseando por el estudio como un animal enjaulado y el teléfono pegado a la oreja. Después, lo tiró encima de la cama y, con suma brusquedad, abrió la puerta de la terraza. Paula se llevó una mano al pecho para calmarse y poder hablar.


–Pedro, me estás asustando. ¿Qué te pasa?


–Mi madre ha desaparecido. No contesta al teléfono y nadie sabe dónde está. Ni siquiera sé adónde ir a buscarla.


Paula tosió y le agarró suavemente el brazo.


–Ana está con Diego. Él ha llamado hace menos de cinco minutos para decirme que Ana está en estos momentos en el probador de una tienda, probándose un vestido que quiere comprar para una fiesta a la que ha sido invitada. A tu madre se le olvidó cargar el móvil, así que a él le ha parecido mejor llamar para que no nos preocupáramos. Lo siento, Pedro.


Un inmenso alivio asomó a la expresión de Pedro; después, pareció furioso, antes de mostrar alivio una vez más. Paula sonrió y abrió los brazos para abrazarlo.


–Tu madre está bien. Ian se ha reunido con ella después del desayuno y, después de comprar el vestido, van a ir directamente a la galería. De la tienda a la galería solo son diez minutos andando. Así que deja de preocuparte.


Pero en vez de abrazarla, Pedro se volvió hacia la barandilla y se agarró con fuerza al respaldo de una silla.


–Mi madre no está bien. ¿Tiene Diego idea de lo mal que lo he pasado? –dijo Pedro apretando los dientes.


–Eh, Pedro, Diego ha mostrado mucha consideración –le dijo Paula.


–¿Consideración? ¿A eso lo llamas consideración? ¿No crees que debería haberme llamado a mí antes que a nadie? Eso es tener consideración.


–Quizá lo habría hecho si hubiese tenido tu número de teléfono. Pero como no lo tenía y Ana no se acordaba, me ha llamado a mí. Y luego iba a llamar a la galería para decirles que se iban a retrasar un poco. En mi opinión, eso es tener consideración.


–¿Sí? –Pedro asintió y respiró hondo–. No tienes ni idea de lo quedices.


Pedor dió un paso atrás y bajó la cabeza.


–Hace unos años, mi madre iba a exponer y un grupo de amigos pensaron exhibir sus cuadros en Nueva York, en una galería de arte moderno que exhibía cuadros de los mejores artistas contemporáneos. Estaba encantada con el proyecto e insistió en que yo me fuera de vacaciones con Sebastián, mi padre y el resto de la familia al Alfonso de Miami a descansar.


Pedro lanzó una amarga carcajada.


–Entraron a robar en la galería la noche de antes de la inauguración de la exposición y se lo llevaron todo. Tres años de trabajo desaparecieron de golpe. Mi madre se quedó destrozada. Por supuesto, yo me ofrecí para ayudarla con los informes a la policía y demás, pero ella me dijo que no me preocupara, que las vacaciones con la familia eran mucho más importantes.


Pedro comenzó a pasearse.

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