viernes, 23 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 31

Ir de compras con Brenda fue divertido, o lo habría sido si Pedro no hubiera ido con ellos. Bueno, no era exactamente verdad, ya que desde que había recogido a Brenda y los niños en su todoterreno, parecía que se había predispuesto a ser amable. Paula y él iban sentados en los asientos delanteros y Brenda y los pequeños detrás.


–Parecemos una familia –había dicho Nicolás satisfecho a la vez que Pedro torcía la boca y eso marcaba el talante del día.


Llegaron al centro comercial de Wombat Siding, un pequeño centro que ofrecía todo tipo de servicios para la comunidad granjera de los alrededores. Pedro dijo que necesitaba herramientas y con esa excusa desapareció. Paula había insistido en que Brenda les probara ropa a los niños y la había apartado de los atuendos más baratos y feos diciéndole que ella siempre elegía la calidad. Pero entonces había aparecido Pedro y había acabado con el ambiente distendido. Y lo mismo pasó en el supermercado. Paula estaba divirtiéndose en el para ella desconocido ambiente australiano: «¿Qué es eso que se llama Vegemite? ¿Y de verdad coméis canguro?». No obstante, habría disfrutado más si Pedro se hubiera mostrado más relajado. Los habría ayudado mucho a todos.


–¿Le has obligado a hacer esto? –le susurró Brenda y eso fue la gota que colmó el vaso. 


Cuando Pedro apareció en la caja, Paula se giró bruscamente hacia él.


–Brenda cree que es caridad, pero no lo es. Es el sueldo de Nicolás. Sabes lo mucho que costaría tener un veterinario cuidando de tu yegua cada día y sabes el valor de lo que hace. Tienes que implicarte un poco más, Pedro Alfonso.


–No puedes hablarle así a tu jefe –le susurró Brenda atónita y Paula sonrió.


–¿Por qué no? Acabo de hacerlo. Él se está llevando muchas cosas buenas de mí. Soy barata para ser veterinaria y si me echa tendrá a Nicolás –estaba furiosa, pero intentó disimularlo un poco–. A ver, Brenda necesita ropa para ella, así que lo que viene a continuación es cosa de mujeres. Pedro, necesito que te ocupes de los niños. Hay un parque por aquí...


–Yo no cuido niños –dijo espantado.


–Oliver te dirá qué hacer –había estado llevando en brazos a la niña chiquitina de Brenda y ahora se la pasó antes de que la pequeña o él pudieran objetar nada–. Aquí tienes a Camila. Isabella, tú ve con Pedro, Nicolás y Camila. Pedro les comprará helados. Tu mamá y yo necesitamos un rato de chicas.


Y antes de que Pedro pudiera darse cuenta, lo dejó allí con los niños.


Estaba sentado en mitad de un parque rodeado de mamás y niños. Nicolás e Isabella estaban jugando en los columpios y Camila estaba echándole helado en la rodilla. Se sentía... se sentía...


–Papi –dijo la niña. ¡Lo que le faltaba!


Miró a Isabella, de cuatro años, y vió a Candela. Miró el demacrado rostro de Nicolás, y vió a Candela. No quería sentirse así. Una veterinaria que no sabía meterse en sus asuntos...


–Si me subo al columpio, ¿Me empujarás? –le preguntó Isabella.


–Tengo que estar con Camila.


–Lo haré yo –dijo Nicolás, que estaba divirtiéndose en el laberinto con algunos niños de su edad, y empezó a bajar para hacer lo que debería hacer Pedro.


–Me ocupo yo –se ofreció finalmente, pero al levantarse, a Camila se le cayó el helado al suelo y se echó a llorar.


–Tienes que saber hacer varias cosas a la vez –le dijo amablemente una robusta mujer que debía de ser abuela–. Dame dinero e iré a comprarle otro helado, pero tú tienes que echarle un ojo a mi nieta mientras tanto.


–Hecho –dijo Pedro.


–Hey, si te relajas, es divertido –dijo la abuela–. Anímate y disfruta.


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