lunes, 12 de julio de 2021

Duro De Amar: Capítulo 7

 –Sí –respondió él secamente–. Sí que importa. Tu padre dijo que eras su «Hijo» y quiero saber por qué mintió.


–Cometió un error.


–Los padres no cometen esa clase de errores.


–Los cometen si siempre han querido que su hija fuera un chico –cerró los ojos y apretó los puños–. Lo hacen si tienen Alzheimer.


Hubo un silencio. Eso no era lo que Pedro se había esperado oír y estaba seguro de que ella no había querido decirlo. Admitir que tu padre está enfermo dolía, pensó. Dolía mucho. Toda la rabia que había sentido hasta el momento se desvaneció y se sintió cruel.


–¿Y por qué importa? –preguntó ella recomponiéndose con mucho esfuerzo–. ¿Qué tiene contra las mujeres?


–Nada.


–He buscado empleo después de licenciarme y quiero trabajar con caballos, no con ponis ni mascotas. Pruebe a buscar empleo en un rancho con veinticinco años y siendo rubia y mona.


Y pronunció la palabra «mona» con tanto odio que él casi sonrió.


–Me lo imagino...


–No, no puede. Usted debe de medir más de un metro ochenta, está fuerte como un tanque y es un hombre. Este trabajo... Seis meses en la Granja de Caballos Werrara me daría credibilidad con los rancheros en mi país, pero usted es igual que todos los campesinos del sur de Estados Unidos, que se creen que lo saben todo y que me han dicho que no puedo hacerlo porque soy una chica.


–Entonces, ¿Estás preparada para usar un retrete exterior durante seis meses? –le preguntó perplejo.


–No, si viene acompañado de un jefe patán, arrogante y machista. Y no, si tengo que comer grasa –añadió, y apartó el plato de su lado con más fuerza que antes.


Él lo agarró y se echó la comida en su plato. Le pareció que «Mona» era una muy buena descripción. «No vayas por ahí», se dijo. Era un error del que tenía que librarse. No quería pensar en esa mujer como una «Chica mona».


–Entonces, mañana por la noche volverás a casa.


–¿Por qué? No he mentido sobre el empleo. Usted sí.


–Yo no he mentido.


–Mentiroso.


–Ya te dije que sería duro.


–Supuse que se refería a que no habría tiendas, por eso de estar viviendo en las zonas despobladas del interior. Pero la casa... En la página Web era preciosa.


–Esa foto se tomó hace ochenta años. Era una vieja hacienda al estilo romántico.


–Es publicidad engañosa.


–No estoy anunciando mi casa. Estoy anunciando caballos. Quería que la Web mostrara un sentido de la historia, que reflejara que los caballos Werrara son parte de este país.


–Pues entonces ponga la foto de su retrete exterior –le contestó con brusquedad–. Eso sí que es muy histórico.


–Te morirás de hambre si no comes.


–No podría comer salchichas ni aunque me pagara.


––No me digas, eres vegetariana.


No.


–Entonces, ¿Por qué...?


–Porque he estado viajando tres días seguidos, porque tengo jetlag, estoy agotada y destrozada. Porque tengo un montón de nudos en el estómago y me apetecería un suave sándwich de pepino y una taza de té con miel, no media tonelada de grasa. Pero si tengo que irme a la cama sin comer nada, lo haré –apartó la silla y se levantó–. Buenas noches.


–Paula...


–¿Qué?

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