miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 68

 –Cuando volví al ático de Nueva York, ella se había marchado. Había desaparecido sin dejar rastro de su paradero. Nadie sabía dónde estaba. ¿Te imaginas lo que fue? Me llevó tres días localizarla. Se había ido a Los Hamptons para estar sola porque no quería que nadie la viese en el estado de depresión en el que se encontraba y que sabía que duraría semanas.


Pedro cerró los ojos unos segundos. Después, cuando volvió a abrirlos, ella vió que su Pedro había vuelto, en parte. Cuando él alargó los brazos para tomarle las manos, Paula deseó arrojarse a sus brazos, decirle que lo sentía mucho y que todo saldría bien si él daba una oportunidad a su relación. Pero Pedro la desilusionó al instante.


–Lo siento, Paula. Este es uno de los motivos por los que es hora de que nos despidamos. Y cuanto antes.


–¿Que nos despidamos? ¿Qué quieres decir?


–Tengo que volver a California. Mi trabajo está allí y mi madre se viene conmigo. De verdad que lo siento, Paula.


Paula se cruzó de brazos.


–¿A California? ¿Te vas a marchar así, sin más? ¿Con quién crees que estás hablando? Yo no soy Rosario, Pedro, a mí no me puedes tratar así. No es justo.


Pedro la miró con auténtica cólera.


–En eso te equivocas, eres igual que Rosario. Y no vayas a decirme que no dejé claras las reglas del juego.


Paula sacudió la cabeza mientras observaba la expresión trágica de él.


–Quédate. Podemos hacer que lo nuestro funcione.


–Debo marcharme antes de que llegue el día en que tenga que elegir entre mi madre y tú, Paula. Eso no sería justo. De verdad que lo siento.


Pedro la rodeó con los brazos y la estrechó contra su pecho. No, no podía ser, pensó Paula con los ojos llenos de lágrimas. Y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para separarse de Pedro.


–No, Pedro, no. No voy a permitir que te hagas tanto daño a tí mismo. Yo te he dado una oportunidad, lo menos que puedes hacer es corresponder. Cambia tus reglas. Aquí tienes el amor que necesitas, justo aquí.


–No puedo, Paula. No puedo correr ese riesgo, ninguno de los dos nos lo merecemos.


Instintivamente, Pedro dió un paso adelante para abrazarla, pero ella le puso las manos en el pecho, deteniéndole.


–Escúchame, Pedro. Ana es una buena mujer, es auténtica y fiel a sí misma. Es una de las mujeres más valientes que he conocido. Igual que su hijo. Habla con ella, habla con ella hoy mismo.


–Paula, las cosas son como son.


–No estoy de acuerdo. Te quiero y quiero estar contigo.


Entonces, Paula bajó las manos por el pecho de él.


–¡Vete! Vete y haz lo que tengas que hacer. Pero no se te ocurra volver aquí si no estás dispuesto a tener una verdadera relación conmigo, a entregarte por completo a mí, sin reservas. Si no puedes o no quieres hacerlo, márchate y no vuelvas nunca.


Tras esas palabras, Paula se acercó a la barandilla de la terraza, de espaldas a él, negándose a verle partir.


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