miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 66

Pedro Alfonso recorría la calle con paso ligero. Había regresado al hotel Alfonso Richmond para darse una ducha, afeitarse y cambiarse de ropa. Era lunes por la mañana y, por primera vez en años, no tenía ganas de trabajar. Se había pasado por el despacho de Sebastián y había dejado recado con la secretaria de que se iba a tomar el día libre. Y sabía quién tenía la culpa de tan drástico cambio en él. La chica de la que se había despedido con un beso aquella mañana mientras ella seguía durmiendo en la buhardilla de una repostería. La chica con la que quería pasar el día… Si le quedaban fuerzas. ¡Qué mujer! Se asemejaba a él en todo y el sexo había sido extraordinario. Había encontrado a su igual en Paula Chaves. Él solo la superaba en una cosa: cocinar. De repente, quería volver a poner las cocinas de los hoteles Alfonso en lo más alto; para eso, necesitaba probar unas recetas que se le habían ocurrido. Y conocía el sitio perfecto para trabajar sin que nadie le viera. La cocina de la pastelería de Paula no era extraordinaria, pero tenía todo lo que necesitaba, empezando por la chica a la que iba a sorprender con sus platos. Ella se merecía lo mejor y eso era lo que quería ofrecerle, seguido de una exquisita cena en el ático del hotel. Y se iba a asegurar que esa noche Paula dormiría ahí. El móvil sonó y, sin mirar quién llamaba, contestó.


–Pedro Alfonso.


–Buenos días, señor Alfonso. Soy Rafael, de la galería Hardcastle. Nos conocimos la tarde de la exposición, Ana nos presentó.


–Sí, claro, me acuerdo perfectamente. ¿Qué se le ofrece?


–La verdad es que lo que querría es hablar con Ana. La he llamado a su móvil, pero no contesta. La cuestión es que tengo una persona muy interesada en comprar algunos de sus cuadros.  ¿Podría decirle que se ponga en contacto conmigo lo antes posible?


Pedro aminoró el paso.


–¿Que se ponga en contacto con usted? Es casi mediodía, creía que a estas horas estaría en la galería.


–No, señor Alfonso, no ha venido y ese es el problema. Nadie la ha visto esta mañana y no conseguimos localizarla. ¿Señor Alfonso?


Demasiado tarde. Pedro había cortado la comunicación y estaba llamando a su madre. Y llamó y llamó. Tampoco contestaba cuando marcó el teléfono de su habitación en el hotel. Lanzó una maldición y llamó a una amiga de su madre, que contestó inmediatamente. ¿Ana? No, no la había visto desde el día anterior, cuando unas amigas y ella la habían dejado delante del hotel. No sabían dónde podía estar. Se detuvo en medio de la calle sin importarle obstaculizar el paso. El miedo se apoderó de él. Su madre no le había dejado ningún mensaje, ni en el móvil ni en el hotel. Se había despistado y su madre había desaparecido. Había estado demasiado ensimismado con Paula y había roto la promesa que le había hecho a su madre de encargarse de ella. Comenzó a pensar lo peor. «No, cálmate», se ordenó a sí mismo. A su madre siempre se le olvidaba cargar el móvil, pero… Ella no se habría marchado a ninguna parte sin decírselo antes. Algo malo había pasado. Y sabía quién tenía la culpa. Él mismo.

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