miércoles, 7 de julio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 69

Pedro atravesó el comedor del Alfonso Richmond con paso lento. La nueva decoración, toda ella en colores cremas y madera, iba acompañada de una colección de pinturas que definían un ambiente acogedor y al mismo tiempo moderno. Los huéspedes del hotel se encontraban así en una atmósfera relajada en la que disfrutar la exquisita comida y los buenos vinos. El hotel era un gran éxito, como lo demostraban los premios que había recibido y las buenas críticas. Debería sentirse orgulloso de lo que habían logrado. Sin embargo, una profunda inseguridad se había apoderado de él desde el momento en que Paula le echara de su casa. No podía culparla. Se pasó una mano por el rostro para despejarse. Pero estaba convencido de que su decisión había sido acertada.


–Eh, creía que te ibas hoy.


Sebastián salió de la cocina con una servilleta en la mano.


–Hola. Sí, me voy hoy. Y no tires migas al suelo.


Sebastián lanzó un bufido y se metió en la boca el trozo que le quedaba de pastel.


–Estos choux están de muerte. Tres clases de queso y un poco de pimentón dulce. Los amantes del vino blanco se van a relamer.


Pedro sacudió la cabeza y trató de sonreír, pero estaba demasiado tenso.


–Por cierto, anoche tuve una larga conversación con mi novia sobre nuestra boda. ¿Tienes algo que hacer la última semana de septiembre… Además de ser padrino de mi boda?


Pedro se echó a reír y le dio una palmada a su hermano en la espalda.


–Una noticia maravillosa. Felicidades. Eres un hombre afortunado.


–Sí, lo sé. Y tú vas a preparar la comida de mi boda. Siete platos. La mejor comida de tu vida, ¿De acuerdo? Y tenemos que tener estos choux de canapés.


–Por supuesto –Pedro sonrió y volvió a palmear la espalda de Sebastián–. Lo mejor de lo mejor.


–Y otra cosa. La encantadora Paula Chaves va a ser la principal dama de honor y además se va a encargar de la tarta nupcial.


–¿Paula va a hacer la tarta? ¿Y yo?


–Elección de la novia. Pero tú, hermano, tendrás el honor de bailar con Paula en mi boda. Eso sí que quiero verlo.


Pedro respiró hondo y entrecerró los ojos al recordar lo que había pasado al bailar con Paula.


–¿Están haciendo de casamenteros?


–¿Tú qué crees? –respondió Sebastián frotándose las manos–. Verás, sé que Ana y Diego son más que amigos y me alegro. Así que ya le he dicho que puede quedarse en el hotel todo el tiempo que quiera.


–No te preocupes por eso, ya me encargo yo de mi madre – interpuso Pedro.


–De eso nada, amigo. Tienes una familia que no va a permitir que cargues tú solo con ese problema; sobre todo, cuando pareces ser el único que no se da cuenta de que estás a punto de alejarte de lo mejor que te ha pasado en la vida.


Sebastián le clavó un dedo a Pedro en la frente.


–Paula es perfecta para tí. Acéptalo.


–¿Yo en una relación seria? Sería la primera vez.


–Eso tenemos en común tú y yo. Adoro a Sofía y nada en el mundo es tan importante para mí como ella. Tú también mereces un poco de felicidad, Pedro. Has mantenido tu promesa a Ana y ya va siendo hora de que disfrutes la vida. Y no sacudas la cabeza.


–Paula necesita a alguien que la haga feliz y que la quiera como se merece. Lo quiere todo y yo no se lo puedo dar. Soy como mi madre, de una relación a otra, no estoy hecho para las de a largo plazo.


–Pero ¿Qué dices? ¿Crees que no merece la pena luchar por Paula, que no te merece?


–Yo no he dicho eso. Paula es la mejor mujer que he conocido en mi vida. El problema, si es que hay un problema, soy yo. Y deja de mirarme así.


–Te miro así porque nunca te había visto enamorado. Sí, estás enamorado y no lo niegues. Me va a costar acostumbrarme, pero al final lo conseguiré.


Sebastián arrugó la servilleta hasta transformarla en una bola y añadió:


–Eres tú quien tiene que dar el paso, hermano. Puedes quedarte como estás y acabar siendo el gruñón tío Pedro de los hijos que la maravillosa Sofía y yo vamos a tener… O puedes agarrar a Paula antes de que te la quite un hombre afortunado.


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