miércoles, 26 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 73

—Sí, claro —asintió Paula—. Gracias otra vez. Me has hecho un precioso regalo de Navidad. Mucho mejor que cualquier cosa que pudiera haber encontrado bajo el árbol.

—Me alegro —Pedro sonrió y, por un momento, Paula se perdió en el verde de sus ojos, como hojas nuevas en primavera… Pero intentó volver a la realidad.

—No quiero molestarte más, pero me gustaría saber si podrías hacerme un último favor.

—Lo que quieras.

Esa respuesta hizo que su corazón se enterneciese aún más.

—¿Sigues pensando buscar otro hogar para tu perro?

Él parpadeó, sorprendido.

—No quiero librarme de él, pero el pobre está siempre solo.

—En ese caso, creo que a Gabi le gustaría mucho que Bobby formase parte de la familia. Nunca ha tenido una mascota.

—Genial —dijo Pedro—. Bobby se pondrá muy contento. Y Gabi también, claro. ¿Quieres que te lo traiga esta noche, para que puedas dárselo por la mañana como regalo?

—Ah, qué buena idea.

—Estoy de servicio hasta las once. ¿Sería demasiado tarde?

—No, no, en absoluto. ¿Estás seguro de que quieres que nos lo quedemos?

—Es lo mejor para Bobby. Será más feliz aquí, en una casa que fue suya durante muchos años. Echaré de menos su fea cara, pero siempre puedo venir a visitarlo, ¿Verdad?

Por alguna razón, Paula se puso colorada.

—Sí, claro. Puedes venir cuando quieras.

—Me alegra saberlo —Pedro alargó una mano para apartar un mechón de pelo de su frente—. Pasaré por aquí más tarde con Bobby.

—Muy bien.

—Feliz Nochebuena, por cierto.

Paula asintió con la cabeza, feliz porque las navidades de repente le parecían maravillosas. Pero también porque sabía que iba a volver a verlo en unas horas.




—Ya sé que hace frío. Espera, pequeñajo, llegaremos en un minuto.

Bobby tiraba de la correa, moviendo sus gordas patitas sobre la acera cubierta de nieve. El animal parecía saber dónde iban y por qué mientras atravesaban las calles de Pine Gulch. Mostraba más energía y entusiasmo que nunca y Pedro, cargado con su manta, la bolsa de pienso y los cuencos de agua y comida, casi tenía que correr para seguirlo. En realidad, debía admitir que él tenía las mismas ganas de llegar a casa de Paula, pero hacía un esfuerzo por tranquilizarse, disfrutando del frío de la noche, del brillo de las estrellas sobre su cabeza y de las luces encendidas en las casas. Había trabajado durante todo el día solucionando accidentes de tráfico sin importancia, peleas de borrachos y hasta un pequeño incendio en la cocina de los Mc Purdy, pero no era por eso por lo que estaba nervioso sino porque iba a verla. No había podido quitarse de la cabeza la alegría que había visto en sus ojos mientras su madre se alejaba por la calle. De alguna forma, había intuido que los momentos de alegría eran raros para ella y quería darle más. Sí, estaba loco por Paula Chaves. Suspiró, esperando no estar adelantándose a los acontecimientos. Bobby soltó un ladrido sordo cuando llegaron a la casa de Alfredo Chaves e incluso hizo una especie de bailecito que hizo reír a Pedro. Sí, aquel sitio sería bueno para él, pensó. Y para Gabi y Paula también. Las cortinas estaban apartadas y podía ver el árbol de Navidad con las luces encendidas y a ella leyendo un libro en el sofá. La escena era increíblemente invitadora. Pedro llamó a la puerta suavemente para no despertar a Gabi, en esa noche en la que los niños debían irse a la cama temprano y en la que casi nunca podían dormir, y Paula abrió de inmediato, como si hubiera estado esperándolo. Era tan guapa iluminada por las luces del árbol que le gustaría quedarse en el porche mirándola para siempre.

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