miércoles, 5 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 29

—No, no fue ningún accidente. Fueron víctimas de un robo y tuvieron la desgracia de estar en casa cuando aparecieron esos miserables.

—Qué horror.

Normalmente, detestaba hablar de ello. Odiaba la compasión y la curiosidad que veía en los ojos de la gente, pero la angustia de Paula era genuina y, por alguna razón, encontró cierto solaz en contárselo.

—Los cuadros eran preciosos, pero se los habría regalado a un vagabundo si eso hubiera salvado la vida de mis padres.

—Lo entiendo. Y lo siento mucho, de verdad.

—Me rompe el corazón que no conociesen a Abril, que no vean lo bien que Federico lleva el rancho o que Luciana se ha convertido en una chica guapísima —Pedro sacudió la cabeza, entristecido.

—Si no recuerdo mal, me dijiste que murieron en Navidad.

—El día veintitrés de diciembre, hace diez años.

—Qué duras deben ser las navidades para nosotros —dijo Paula.

Él nunca hablaba de eso pero, por alguna razón, sentía el deseo de hacerlo.

—Yo estaba en casa de permiso. Acababa de volver de Oriente Medio y solo me quedaban tres meses en el ejército. Estaba intentando decidir qué quería hacer con mi vida… si iba a seguir en el ejército o hacer otra cosa. Me había pasado la vida yendo de fiesta en fiesta, bebiendo, acostándome tarde. Adoraba a mis padres y a mi familia, pero era un idiota. Entonces conocí a una chica y…

Debería haberse dado cuenta de que había algo raro, pensó, furioso consigo mismo. Había sido policía militar, por Dios bendito, pero una bruja mentirosa había hecho que olvidase toda precaución.

—Creo que entiendo a qué te refieres —dijo Paula.

—Ella estaba metida en el ajo. Su labor era mantenerme alejado del rancho mientras sus compinches iban allí. Mis padres nodeberían haber estado en casa esa noche porque mi hermana tenía un concierto del coro, pero en el último minuto se puso enferma — Pedro tragó saliva—. Mi padre sorprendió a los ladrones y le dispararon. Mi madre intentó escapar y la mataron también. Luciana se escondió en su habitación y sigue sin poder hablar de ello.

Paula sirvió el chocolate en dos tazas y puso una delante de él.

—¿Por eso te hiciste policía?

—Sí —respondió él—. Ya sabes, la búsqueda de la justicia y todas esas tonterías idealistas.

—Yo no creo que sean tonterías en absoluto. ¿Qué hay de idealista en intentar proteger a la gente a la que aprecias? Es más que honorable. Intentas que Pine Gulch sea un sitio seguro para vivir porque no quieres que nadie tenga que pasar por lo que ha pasado tu familia.

Pedro la miró en silencio durante unos segundos y luego sacudió la cabeza.

—¿Cómo lo haces?

—¿A qué te refieres?

—Tienes un don para hacer que la gente te cuente cosas de las que no suelen hablar.

—Siento mucho si te has sentido presionado —se disculpó ella, compungida.

—No me has presionado, no quería decir eso. Soy yo quien ha mencionado a mis padres —por impulso, Pedro tomó su mano, deslizando el pulgar por los suaves nudillos femeninos—. En realidad, lo que me sorprende es que te lo haya contado. Normalmente, no hablo de ello.

—Gracias por compartirlo conmigo —dijo ella solemnemente.

Tan cerca, podía ver que tenía una pequeña cicatriz en la comisura de los labios y se preguntó qué le habría pasado. Le gustaría besarla, aunque sabía que no era inteligente. Intuía que una vez que lo hubiera hecho no podría parar… Dejando escapar un suspiro, por fin se rindió, apoyándose en la mesa para rozar su boca. Paula exhaló un suspiro muy sexy antes de devolverle el beso. Era dulce, embriagadora, y le gustaría enterrarse en ella y no apartarse nunca.

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