viernes, 21 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 63

Al día siguiente era Nochebuena y el Gulch solo abría durante el desayuno, afortunadamente. Paula entregó los caramelos, que fueron recibidos con entusiasmo por los clientes, y luego descubrió, atónita, que varios de ellos tenían regalos para ella: una caja de chocolatinas, una cestita con galletas caseras, sobres de chocolate a la taza. Hasta Diana y Luis habían dejado un regalo para ella en el almacén. Pine Gulch era un pueblo encantador, pensó. La gente hacía todo lo posible para que se sintiera bienvenida y Paula no lo olvidaría nunca. Su alegría duró hasta las nueve, cuando el sheriff entró en el restaurante. Iba de uniforme, algo raro en él, con el impermeable y el sombrero Stetson casi ocultando sus ojos. Su traidor corazón empezó a temblar y, por un momento, deseó que las cosas fueran diferentes. Sobre todo, deseó haber sido sincera con él sobre Gabi. Pero también desearía que Diana no estuviese en el almacén porque de ese modo ella no tendría que atenderlo.

—Feliz Navidad, sheriff.

—Feliz Navidad —dijo él, con cierta frialdad.

—¿Quieres desayunar?

—No, solo quiero un burrito de pollo y un rollito de canela para llevar. Tengo que volver a la comisaría.

—Vaya, veo que los policías de Pine Gulch no toman vacaciones.

Pedro se encogió de hombros.

—Yo intento que mis hombres puedan estar con sus hijos estos días, así que hago varios turnos.

Diana eligió ese momento para volver del almacén.

—Seguro que vas a hacer turnos dobles y triples hasta Año Nuevo, como siempre —le dijo.

—No tiene tanta importancia —replicó él—. Mis hombres trabajan mucho durante todo el año y darles un par de días libres en Navidad es lo más lógico.

Paula miró a aquel hombre fuerte y honesto, emocionada. Pedro trabajaba hasta la extenuación durante las fiestas para que sus hombres pudieran disfrutar con sus hijos… ¿Qué mujer podría resistirse a un hombre así? No estaba enamorándose de él, pensó entonces, se había enamorado ya. No sabía cuándo había pasado, tal vez el día que la protegió de los gamberros o tal vez antes, cuando apareció en su casa con el árbol de Navidad. O quizá se había enamorado cuando conoció al perro de su abuelo, Bobby, y descubrió que Pedro era un hombre que le daba un hogar a un perro feo sencillamente porque no había nadie más que lo hiciera. ¿Y si se atreviera a decirle la verdad? Tal vez lo entendería y la perdonaría. Tenía que creer eso. Después de todo, ella solo había intentado proteger a su hermana. Mientras Luis preparaba el burrito de Pedro, ella tomó uno de los famosos rollitos de canela y lo metió en el microondas. Luego, impulsivamente, entró en el almacén para tomar la última bolsita de caramelos. Sabía que Pedro era goloso y tal vez unos caramelos lo ayudarían a soportar el turno de trabajo en Nochebuena. Volvía al interior del local cuando sonó su móvil.

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