miércoles, 12 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 42

Aunque cuando hablase con ella, desearía que así fuera.

—En fin, tendré que aceptar tu palabra —dijo Pedro—. Pero la verdad es que todo esto me parece muy raro. No me imagino a una niña de nueve años inventando una historia así por sí misma.

¿Sospechaba de ella? ¿Sospechaba que era un timo que habían inventado entre las dos para engañar a aquella gente tan ingenua? Debería haberlo esperado pero, a pesar de lo enfadada que estaba con su hermana, se sentía dolida. Pedro la había besado. Parecía decidido a entablar una amistad con ella e incluso había sugerido que le diese una oportunidad a la atracción que había entre los dos. Y, sin embargo, sacaba conclusiones precipitadas… Era irracional enfadarse con él y lo sabía. Había mentido sobre su relación con Gabi desde el momento que se conocieron y no tenía derecho a sentirse dolida.

—Gabi no es la típica niña de nueve años —le dijo, con toda la calma que pudo.

—¿Ha inventado historias así en otras ocasiones?

Cientos de ocasiones, pensó ella, suspirando. Probablemente había contado mentiras desde que aprendió a hablar. La niña merecía una vida normal, pero Becca no sabía cómo hacer que olvidase los hábitos aprendidos con su madre.

—Tiene una gran imaginación y a veces se mete en líos por ello. Lo siento mucho, Pedro. Hablaré con ella, te lo aseguro. Y le pediré que aclare todo esto con sus compañeras.

—Abril estaba muy disgustada. Creo que esa es la razón por la que se portaba de manera tan rara últimamente. Es una niña compasiva y pensar que Gabi estaba muriéndose la tenía angustiada. No me sorprendería que a las demás niñas les pasara lo mismo.

—Ha sido muy cruel por parte de Gabi hacer lo que ha hecho, pero te aseguro que hablará con sus compañeras y les pedirá perdón.

—¿Está durmiendo?

—Sí, está durmiendo. Y, si quieres que sea sincera, también yo debería irme a la cama. Mañana tengo que madrugar —Paula se levantó, esperando que entendiese la indirecta.

Y, afortunadamente, él se levantó también.

—No se está muriendo —dijo Pedro.

—No, Gabi está perfectamente.

—Me alegro. La verdad es que me partía el corazón pensar que tuvieras que lidiar sola con algo así.

Paula tenía multitud de preocupaciones, pero la salud de Gabi no era una de ellas.

—Gracias por venir a contármelo —le dijo, abriendo la puerta— . Hablaré con ella, puedes estar seguro.

Trace pareció a punto de decir algo más, pero por fin se limitó a asentir con la cabeza.

—Buenas noches.

Cuando cerró la puerta, Paula se apoyó en ella, angustiada. Aquello era culpa suya. Había notado que a Gabi le pasaba algo y, en lugar de intentar que confiase en ella, había optado por dejarlo estar. Y, al elegir el camino más fácil, las mentiras de su hermana podrían ser su perdición. Aparte del sentimiento de culpa y la angustia que sentía por lo que las mentiras de Gabi podrían haber provocado, experimentaba una sensación de profunda tristeza. Se decía a sí misma que no podía mantener una relación con Pedro, pero una parte de ella anhelaba tenerla. Lo anhelaba tanto. Pero aquello era un buen recordatorio de por qué no podían ser más que amigos. Él era el jefe de policía de Pine Gulch y ella provenía de una familia de ladrones y estafadores. Lo más inteligente sería mantener las distancias todo lo posible, por mucho que le doliese.

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