lunes, 10 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 40

—¿Puedo entrar? —preguntó él después de que Paula lo saludase.

El instinto la urgía a decir que no era buen momento, que tenía que darse un baño o hacer la cena. Cualquier cosa para controlar los peligrosos sentimientos que despertaba en ella. Durante todo el fin de semana había intentado olvidar el beso, pero el recuerdo aparecía en los momentos más inesperados, como la letra de una canción que uno no podía olvidar. Pero ella no era una cobarde.

—Sí, claro —le dijo, abriendo la puerta del todo.

—Perdona que haya venido sin avisar. No quiero interrumpirte…

—No te preocupes, no estaba haciendo nada productivo. De hecho, estaba tejiendo una bufanda para Gabi.

—Eso suena productivo.

—No cuando tejes tan mal como yo, así que me alegro de poder dejarlo un rato —dijo Paula—. Entra, por favor. ¿Quieres tomar un café?

—No, gracias —Pedro la miró, sacudiendo la cabeza—. Bueno, la verdad es que me encuentro en un dilema y no sé cómo resolverlo.

¿Y había ido allí a pedirle consejo? Paula no sabía qué decir.

—Necesito hablar contigo, pero he dado mi palabra de que no revelaría el nombre de mi fuente y yo siempre cumplo mi palabra.

—Seguro que sí —asintió ella. Todo lo que sabía de Pedro indicaba que era un hombre honesto que protegería a cualquiera que pusiera su confianza en él.

De repente, Pedro apretó su mano.

—Por otro lado, no sería traicionar una confidencia o revelar información cuando tú ya lo sabes.

Paula lo miró, desconcertada. Y no solo por tal afirmación sino por el deseo de que siguiera apretando su mano durante toda la noche.

—Voy a decirlo y ya está —Pedro suspiró—. Lo siento mucho, de verdad. ¿Por qué no me lo has contado?

—Me temo que no sé de qué estás hablando. ¿Por qué no te he contado qué?

—Lo de Gabi.

El desconcierto se convirtió en genuina preocupación. ¿Había descubierto que ella no era la madre de Gabi sino su hermana? ¿Cómo? ¿Habría contado algo Gabi en el colegio, tal vez a su sobrina? ¿Lo sabría todo el pueblo? ¿Había ido a llevarse a su hermana? «Espera, no te asustes todavía». Para su sorpresa, él no parecía estar juzgándola; al contrario, la miraba con un brillo de compasión en los ojos. Respirando profundamente, Paula apartó la mano y la metió en el bolsillo de su sudadera.

—¿Cómo has descubierto… lo de Gabi?

Él sonrió, pero era una sonrisa triste.

—No puedo decírtelo. Y no tienes que contármelo si no quieres. Sé que eres una persona muy reservada y lo respeto. Pero si necesitas algo, aunque solo sea un hombro en el que apoyarte, aquí estoy. ¿Cuánto tiempo llevas lidiando sola con esto?

A ella le parecía una eternidad. Paula pensó en las primeras semanas, cuando Alejandra se marchó y Gabi se sentía perdida y asustada, convencida de que su madre iba a aparecer en cualquier momento. Poco después, descubrió que Alejandra había falsificado su firma en un contrato inmobiliario y le había vendido una propiedad inexistente a una pareja. Era la última traición en una vida llena de ellas. Alejandra tenía que saber que cualquier sospecha de fraude podría hacer que la expulsasen del Colegio de Abogados. Afortunadamente, los socios del bufete en el que trabajaba habían confiado en su palabra y la habían ayudado a aclarar el asunto con las autoridades. Pero había tenido que vender su casa y todas sus posesiones para devolverle el dinero a la pareja estafada, quedando en la ruina, mientras intentaba consolar a una niña de nueve años que no quería estar con ella.

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