miércoles, 12 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 45

Entre los clientes habituales había uno ocasional, el alcalde de Pine Gulch, Enrique Montgomery, un hombre de sesenta años con aspecto distinguido y un brillo burlón en los ojos.

—Aquí tiene, alcalde. Una tortilla con pimientos, como a usted le gusta.

—Gracias, Paula —el hombre sonrió—. No sé cómo puedes recordar las preferencias de todos los clientes.

—Tengo buena memoria, alcalde.

—Pues ya podrías prestármela. Mi mujer siempre dice que perdería la cabeza si no la llevase pegada al cuello.

Paula sonrió mientras iba hacia otra mesa, sintiéndose un poco mejor que cuando despertó. Era cierto que su buena memoria le había salvado la vida durante el primer año de universidad. Y a veces sospechaba que su excelente memoria para los nombres y los gustos de los clientes era la razón por la que Luis y Diana no la habían despedido por incompetente el primer día. Ella no estaba hecha para trabajar de camarera, aunque quería creer que ya no era un completo desastre. Un par de albañiles del pueblo estaban haciendo su pedido cuando la puerta se abrió y el sheriff entró en el restaurante. Con un pantalón caqui y el impermeable oficial, tenía un aspecto oscuro y masculino. Nerviosa, se dió la vuelta, incómoda después de la conversación de la noche anterior.

—¿Me has oído? —le preguntó uno de los albañiles.

Ella lo miró, incapaz de recordar su nombre. Caramba, su buena memoria se esfumaba cuando Pedro Alfonso hacía su aparición.

—No, perdona… ¿Te importaría repetírmelo?

Cuando terminó de tomar el pedido se volvió hacia la barra y descubrió que Pedro estaba hablando con el alcalde, de modo que no tenía más remedio que pasar a su lado. Paula había esperado que la mirase con cierto enfado después de descubrir que su hermana había engañado a sus compañeras del colegio, pero la saludó con una sonrisa que a ella le pareció casi como un beso.

—Gracias por reunirte aquí conmigo —oyó que decía el alcalde mientras pasaba a su lado—. Tenemos que hacer algo con esa intersección de una vez por todas. Tres accidentes en las últimas dos semanas son demasiados.

—Estoy de acuerdo —dijo Pedro.

—Paula, ¿Te importaría que nos sentáramos en esa otra mesa? —el alcalde señaló una vacía a la entrada del local.

—No, no, claro que no.

—¿Me perdona un minuto, alcalde? —se disculpó Pedro—. Tengo que hablar un momento con alguien.

—No, por supuesto. Haz lo que tengas que hacer.

Paula vió que Pedro se acercaba a Gabi, que seguía fingiendo leer su libro. Ojalá hubiese algún cliente cerca para escuchar la conversación. ¿Iba a darle una charla a su hermana? Con las conversaciones y el ruido de platos no podía oír nada… Pero sí pudo ver la reacción de Gabi, una mezcla de vergüenza y miedo, cuando el sheriff se sentó a su lado. Pedro dijo algo y, para su sorpresa, Paula vió que Gabi esbozaba una sonrisa. Sus ojos se habían iluminado y, por primera vez en horas, parecía relajada.

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