lunes, 17 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 53

Qué tonta era, pensó. Ella sabía que era un error. Sabía los problemas que estaba buscándose permitiendo que Pedro la besara. Estaba dejando que entrase en su vida, en su corazón. Cuando no estaba con él pensaba en él. Cuando estaba con él, podía sentir que se enamoraba cada vez más. El deseo parecía enredarlos, envolverlos. Encantador y ardiente, pero más peligroso que un nido de víboras. No podía tener una relación con él. Pedro no era el hombre para ella. No podía ser menos adecuado. Estaba empezando a depender demasiado de él, de su amabilidad, de su amistad, del calor de sus besos, que hacían que el mundo pareciese menos aterrador. Sabía a mantequilla y a pan y Paula se apoyó en él, disfrutando de su calor, deseando poder quedarse así toda la noche y olvidar sus problemas. Él seguía llevando el impermeable, pero no lo había abrochado y aprovechó para envolver su cintura con los brazos. Era como una sólida columna de músculos, todo fuerza, todo masculinidad. Y abrazada a él se sentía segura por primera vez en toda su vida. ¿Era tan raro que estuviese enamorándose de él? Pedro era la clase de hombre que amparaba a un perro feo porque le preocupaba que no lo hiciese nadie más. Un hombre que adoraba a su familia, dedicado a su comunidad y extraordinariamente amable con su hermana. Esa palabra la devolvió a la realidad. Su hermana, no su hija. Ese era el problema. ¿Cómo iba a decirle que Gabi era su hermana después de haberle mentido durante semanas? Había engañado a los Archuleta, a Pedro, a todo Pine Gulch. Y cuando él descubriera que le había mentido, no querría saber nada de ella. Imaginó el cálido brillo de sus ojos verdes convirtiéndose en una mirada helada y se le encogió el estómago. Y, aunque fue lo más difícil que había hecho en su vida, incluso más difícil que vivir sola con dieciséis años, sin dinero y sin casa, se obligó a sí misma a dar un paso atrás.

—No es buena idea, Pedro.

Él se pasó una mano por el pelo, su respiración agitada y sus ojos un poco descentrados. Aunque Paula se negaba a encontrar todo eso halagador.

—Tienes razón. Gabi está en la habitación de arriba…

—No, no quería decir eso —lo interrumpió ella, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón para no volver a abrazarlo.

—¿Entonces qué quieres decir?

Había sido tan amable con ella que odiaba hacerle daño, pero tenía que hacer lo que fuera para desanimarlo. Tenía que dejar perfectamente claro que no podían besarse. De hecho, iba a tener que contar la mentira más grande que había contado nunca.

—No vuelvas a besarme, Pedro —anunció, con voz firme aunque por dentro estaba temblando.

—¿Qué?

—Hablo en serio. No quiero tener una relación en este momento. De hecho, no puedo tenerla.

Él dió un paso atrás, como si lo hubiera abofeteado, y al ver lo desconcertado que estaba a Paula se le encogió el corazón.

—Vaya, veo que dices las cosas bien claras.

—Eres una persona encantadora y está claro que te encuentro atractivo, pero eso no es suficiente en este momento de mi vida. Has sido un buen amigo tanto para mí como para Gabi, pero ahora mismo no quiero tener una relación. No es mi intención hacerte daño, pero no es justo dejar que pienses que hay una posibilidad cuando no es así. Intenté decírtelo en otra ocasión…

—Sí, es cierto —la interrumpió él, sin poder disimular su enfado—. Me lo dijiste y yo, como un tonto, no te hice caso.

—Tú no eres tonto, Pedro. Esto no es culpa tuya.

—«Soy yo, no tú». ¿No es eso lo que dice la gente cuando quiere librarse de alguien?

Paula solo quería echarse en sus brazos, apoyar la cara en su fuerte torso y quedarse allí para siempre, pero era imposible. Lo mejor para los dos era dejar claro que no volvería a dejarse llevar por la tentación.

—En este caso, es cierto. Siento mucho que no puedas aceptarlo, pero así es.

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