miércoles, 12 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 43

Aunque sentía la tentación de despertar a Gabi para pedirle explicaciones, Paula se obligó a sí misma a esperar hasta la mañana siguiente, cuando estuviese un poco más calmada. De modo que tuvo que soportar una noche en vela, preocupada por su hermana y por cómo iba a enseñarle la diferencia entre el bien y el mal a una niña de nueve años que había visto a su madre tomar lo que quería sin pensar en las consecuencias. Apenas pudo dormir un par de horas y cuando despertó estaba agotada y triste. Acostumbrada a defenderse por sí misma, Gabi siempre despertaba sola y estaba tomando un cuenco de cereales en la cocina cuando Paula terminó de ducharse y arreglarse para ir a trabajar.

—Buenos días —Gabi sonrió, más contenta de lo que la había visto durante el fin de semana, y Paula tuvo que recordar que en el fondo era una niña inocente que solo necesitaba un poco de ayuda.

Había llegado el momento, pero no sabía cómo empezar. Lo mejor sería lanzarse de cabeza, se dijo.

—Anoche vino a verme el sheriff Alfonso.

—¿Ah, sí? —su hermana apartó la mirada.

—Gabi, tenemos que hablar.

La niña dejó la cuchara en el cuenco de cereales y la miró con los ojos empañados.

—Mis compañeras me dieron esas cosas, yo no he hecho nada. Además, iba a devolverlo todo, te lo juro.

Paula cerró los ojos, sus peores miedos confirmados. Sus compañeras pensaban que estaba muriéndose y Gabi era lo bastante lista como para aprovecharse de la situación.

—¿Qué cosas?

Gabi apretó los labios, como si quisiera retirar lo que había dicho. Pero después de una larga pausa tomó su mochila y sacó de ella un montón de cosas que fue dejando sobre la mesa: un iPod, un móvil plateado… Qué niña de nueve años tenía un móvil?, se preguntó Becca. Bueno, probablemente la mayoría de ellas.

—Les has dicho que estás enferma, ¿Verdad? Por eso las niñas de tu clase te han dado todas estas cosas.

Gabi hizo un puchero y una lágrima rodó por su rostro. O lamentaba lo que había hecho o Alejandra tenía una seria contrincante al título de la más mentirosa de la familia.

—Yo no quería… te lo juro, Pau.

—¿Por qué contaste una mentira tan terrible?

—Al principio era una broma…

—¿Una broma contarle a tus compañeras que te estás muriendo? ¿Te importaría explicármelo?

—Un día no quería ir a clase de gimnasia así que le dije a una de las niñas que tenía un problema de corazón.

—¿Por qué?

—No lo sé, fue una tontería. Iba a contarles la verdad, pero todas eran tan amables conmigo desde que les dije que estaba enferma. Me daban parte de sus bocadillos, jugaban conmigo en el patio… —Gabi no levantaba la mirada de la mesa—. Yo no quería estar aquí y el colegio no me gustaba, pero cuando empezaron a tratarme tan bien me sentí… no sé, importante. Incluso dijeron que iban a organizar una fiesta para darme el dinero de la recaudación.

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