miércoles, 26 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 71

—Yo no hice nada.

—Entonces, no tiene nada de qué preocuparse —dijo Pedro.

—Esto es injusto. No se puede separar a una niña de su madre…

Pedro miró a Paula, que apretaba la mano de Gabi.

—Tiene toda la razón. Y lo curioso es que eso es precisamente lo que estamos intentando evitar. Una mujer no tiene por qué haber parido a un niño para ser una buena madre.

Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas al escuchar eso. El reloj de la chimenea dió las diez en ese momento. Ni siquiera era mediodía y sentía como si hubiera vivido una vida entera desde que despertó esa mañana. Alejandra miró el reloj con gesto de pánico y luego a sus dos hijas. Después de una larga pausa, durante la cual Paula casi podía verla buscando una salida, por fin dejó escapar un suspiro.

—No hay alternativa, ¿Verdad?

—Ya le he ofrecido una alternativa —respondió Pedro—. Una demanda por abandonar a su hija y todo lo que pueda encontrar sobre usted o le da a Paula la custodia legal de Gabi y se marcha de Pine Gulch ahora mismo.

Todos esperaron, los segundos interminables, hasta que Alejandra por fin frunció el ceño.

—¿Cómo voy a firmar nada con las malditas esposas puestas?

Gabi dejó escapar un gemido, con una mezcla de alivio y tristeza.

—Ningún problema. No estaban cerradas con llave —Pedro se las quitó y volvió a colgárselas del cinturón—. Paula, tú eres abogada y supongo que podrás redactar un documento legal.

—Todavía no he convalidado mi título en Idaho, pero podría ser un documento preliminar —dijo ella.

—Yo puedo firmarlo como testigo —anunció Pedro—. Puede que tengamos que buscar alguna ayuda, pero tengo amigos en Idaho que podrían echarnos una mano.

Alejandra se frotó las muñecas, furiosa.

—Vamos a hacerlo de una maldita vez. Tengo que marcharme de aquí cuanto antes.

Quince minutos después, estaba hecho. Alejandra firmó el documento en el que le otorgaba la tutela legal de Gabi y Pedro firmó también como testigo antes de sacar las cosas de la niña del coche. Su madre abrazó a la niña, prometiendo volver a visitarla pronto y luego fulminó a Paula con la mirada, algo que no la molestó en absoluto. Pedro dió marcha atrás para dejarla salir y Alejandra se perdió entre la niebla calle abajo. Paula no podía dejar de mirar los faros del coche, deseando no volver a verla nunca.

—Vamos dentro, aquí hace un frío horrible —dijo Pedro—. ¿Estás bien, Gabi?

—Sí, estoy bien.

—Cuando dijiste que querías irte con ella no hablabas en serio, ¿Verdad?

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