miércoles, 12 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 44

—Gabi, por favor.

—Y luego empezaron a darme iPods y móviles… y dijeron que iban a pedir dinero en lugar de regalos de Navidad para dármelo a mí, pero te juro que yo no se lo pedí. Iba a devolver todo esto y a decirles que tú no dejabas que me lo quedase.

—Pero no ibas a decirles que todo era mentira.

El silencio de su hermana era respuesta suficiente y Becca sacudió la cabeza, frustrada.

—Por favor, Gabi, Pine Gulch es nuestro hogar ahora. No vamos a irnos a ningún sitio. ¿Por qué no quieres entenderlo? Estas personas son nuestros vecinos y amigos, gente a la que vas a ver todos los días, no unos pringados a los que no volverás a ver nunca. No puedes engañarlos, cariño —Paula suspiró—. No puedo creer que Alejandra no te haya enseñado eso. ¿Qué van a pensar tus compañeras ahora, cuando sepan que no estás enferma?

Era evidente que Gabi no había pensado en eso. Y era lógico porque nunca había vivido en ningún sitio el tiempo suficiente como para hacer amigos. Alejandra iba de ciudad en ciudad buscando gente a la que estafar, sin preocuparse de educar a su hija o darle una vida estable. Seguramente Gabi nunca había tenido una amiga de verdad, nadie que le durase más de unas semanas, de modo que no era consciente de las consecuencias de ese comportamiento. Las palabras de su hermana confirmaron sus sospechas:

—Ahora ya no querrán ser mis amigas, ¿Verdad? —le preguntó, con expresión contrita.

«Porras». Le gustaría solucionar el problema por ella, pero no podía hacerlo. Si quería que Gabi aprendiese que engañar y manipular a la gente era malo, tendría que sufrir las consecuencias de sus actos. Lo único que le daba cierta esperanza era saber que, a pesar de haber crecido en las mismas circunstancias, ella había sido capaz de forjarse una vida normal.

—Ponte a tí misma en su situación. Has mentido y no les gustará saber que te has reído de ellas. Pero tendrás que ser sincera, Gabi, contarles lo que me has contado a mí, que querías ser parte de la pandilla. Lo creas o no, la sinceridad te lleva más lejos que cualquier engaño.

A juzgar por su escéptica expresión, Gabi no parecía creerlo y Paula lo entendía. Gabriela permaneció callada durante el desayuno y luego intentó convencerla de que no podía ir al colegio porque no se encontraba bien. Paula enarcó una ceja, mirando fijamente a su hermana, y unos segundos después Gabi suspiró. Cuando llegaron al restaurante, se sentó frente a su mesa favorita y abrió su libro. Mientras ella atendía a los clientes, intentaba vigilar a su hermana por el rabillo del ojo. Estaba segura de que la niña no había pasado una sola página desde que abrió el libro y tampoco había probado el chocolate caliente con nata que había hecho especialmente para ella. Muy bien, los remordimientos podrían ser la solución. Gabi tenía que pasarlo mal por haber engañado a sus amigas. Solo así aprendería la lección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario