viernes, 21 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 65

Gabi cortó la comunicación y Paula intentó llevar oxígeno a sus pulmones. En un segundo, todo iba a cambiar. El momento de las mentiras había terminado. Tal vez Pedro la odiaría, pero no podía preocuparse por eso en aquel momento. Tenía que proteger a su hermana, costase lo que costase.

Pedro decidió que tenía que dejar de ir al Gulch. Tendría que levantarse más temprano para hacerse el desayuno en casa o comprar un sándwich de máquina en la cafetería que había a la entrada del pueblo. Era insoportable ir al Gulch y encontrarse con Paula. Cada vez que la veía tenía que hacer un esfuerzo para no tomarla entre sus brazos…

—Aquí tienes tu burrito. No sé dónde anda Paula —Diana miró alrededor—. Creí que estaba metiendo el rollito en el microondas. Espera, voy a buscarla.

—La he visto entrar en el almacén hace un momento —dijo él.

Por supuesto, siempre sabía dónde estaba, patético tonto enamorado que era.

—Voy a ver qué pasa —Diana iba a entrar en el almacén cuando Paula abrió la puerta y entró como una tromba.

Era evidente que le ocurría algo y algo serio. Estaba tensa, con los puños apretados, tan pálida como el día que su madre apareció en el restaurante. Cuando se acercó, vió tal brillo de miedo en sus ojos que, instintivamente, alargó la mano hacia su arma reglamentaria.

—¿Qué pasa?

Ella dejó escapar un largo suspiro.

—Necesito tu ayuda, Pedro.

—¿Qué ocurre?

—Tengo que contarte algo antes y no te va a gustar.

—Bueno, pero siéntate. Parece como si estuvieras a punto de caerte al suelo.

—No puedo, no hay tiempo. Tengo que… —de nuevo, Paula suspiró—. Gabi no es mi hija.

Pedro la miró, convencido de haber oído mal. Pero, por su expresión, no era así.

—No te entiendo.

—Es una larga historia y no tengo tiempo para explicártelo todo ahora mismo, pero Gabi es mi hermana pequeña. Mi hermanastra, en realidad.

De repente, todo tenía sentido; lo evasiva que era sobre su pasado, que nunca le hubiese parecido la madre de Gabi…

—Sé que te sorprendió ver a tu madre y no era una sorpresa agradable —dijo Pedro.

—Nunca me alegro de ver a mi madre —Paula se pasó una mano por la cara, nerviosa—. Hace unos meses, Alejandra apareció en mi casa de Phoenix, dejó a Gabi allí y desapareció sin decir una palabra. Yo no sabía dónde estaba o cómo ponerme en contacto con ella, pero aquí está otra vez y quiere llevarse a Gabi. Tenemos que detenerla, Pedro.

Él no entendía nada. Tenía que haber algo más que una relación difícil con su madre.

—¿Dices que Alejandra es la madre de la niña?

—Sí.

—¿Y cómo voy a evitar que se la lleve? ¿Tienes la custodialegal de Gabi?

—No, ya te he dicho que Alejandra la dejó en mi casa hace un par de meses. No tengo la custodia legal, por eso nos vinimos a vivir aquí. En el colegio dije que era mi hija y que había perdido su partida de nacimiento en la mudanza porque no sabía qué otra cosa podía hacer —Paula miró su reloj—. Pero con la custodia o sin ella, tengo que hacer algo. Gabi no quiere irse con Alejandra, Pedro. Por fin tiene un hogar seguro, amigos en el colegio… es feliz aquí y si se la lleva… —no terminó la frase y Pedro intuyó que esa era la raíz del problema. Aunque no sabía qué lo llevaba a esa conclusión.

—¿Qué pasará si se la lleva?

Paula miró el suelo, a los clientes, a la barra, a todos menos a él.

1 comentario: