viernes, 7 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 31

La puerta de la calle se abrió en ese momento y tanto Pedro como Paula se apartaron como dos adolescentes pillados con las manos en la masa.

—¿Por qué hay un coche de la policía en la puerta? —preguntó Gabi desde el vestíbulo—. ¿Ocurre algo, Paula?

Ella miró a Pedro para ver si había notado que «su hija» la llamaba por su nombre, pero su expresión era indescifrable. Un momento después, Gabi entraba en la cocina con el impermeable  cubierto de nieve.

—¡Ah, hola! —exclamó al verlos, con gesto de desconcierto.

—Hola, Gabi —la sonrisa de Pedro podría haber derretido el hielo que caía del tejado—. Has vuelto temprano del colegio, ¿No? ¿Las clases no acaban dentro de dos horas?

La niña se encogió de hombros.

—Me dolía el estómago —respondió, quitándose el impermeable.

Estaba claro que era mentira, pero hasta que Pedro se hubiera ido no podía pedirle explicaciones.

—Cariño, no puedes salir del colegio cuando quieras. Deberías haberme llamado para que fuese a buscarte.

—Pensé que estarías ocupada —Gabi miró de uno a otro—. Y parece que tenía razón.

Paula se puso colorada.

—¿Le has dicho a algún profesor que te ibas?

Cuando Gabi no respondió, se le encogió el estómago. Lo último que necesitaba era que la directora del colegio empezase a hacer preguntas y Gabi lo sabía.

—No se me ocurrió —respondió ella, a la defensiva—. Después del recreo, decidí volver a casa. Está al lado del colegio y era más rápido que llamarte.

Paula esperó que Pedro se fuera para tener una larga y seria conversación con su hermana. Nerviosa, y harta de las mentiras, dejó escapar un suspiro.

—Llamaré al colegio para decirles que estás en casa. No queremos que llamen a la policía —intentó bromear. Pero ni Pedro ni Gabi parecieron entender la broma—. La próxima vez que te encuentres mal, llámame para que vaya a buscarte.

—¿Puedo irme a mi habitación? —preguntó la niña.

Paula frunció el ceño. Era muy raro que Gabi quisiera irse a su habitación, pero no podía preguntar delante de Pedro.

—Sí, claro. Yo subiré a verte en unos minutos —respondió, pasando una mano por su pelo.

—Lo siento —murmuró Gabi.

—No te preocupes, ve a descansar un rato.

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