viernes, 21 de febrero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 64

Aunque siempre lo llevaba con ella, poca gente conocía su número y Paula frunció el ceño, a punto de apagarlo. Pero entonces pensó que había dejado a Alejandra con Gabi y siempre había una posibilidad de que fuese una emergencia.

—¿Sí? —respondió por fin.

—¡Está haciendo mis maletas!

Era Gabi y la angustia que había en su voz hizo que el corazón de Paula diese un vuelco.

—¿Qué? —exclamó, rezando para que todo fuese un error, para haber oído mal.

—Acaba de entrar al baño y le he quitado el móvil… está haciendo mis maletas y quiere que nos marchemos antes de que vuelvas.

Paula se mordió los labios, asustada. Había sospechado que Alejandra tramaba algo… ¿por qué no había llevado a Gabi con ella al restaurante aprovechando que no tenía colegio? ¿Cuándo aprendería que no se podía confiar en Alejandra ni un solo segundo?

—¡Pero si hoy es Nochebuena!

—He intentado convencerla de que esperásemos hasta después de las vacaciones, pero ha dicho que tenemos que irnos ahora mismo porque hay gente esperándola en California.

—¿Quién la espera en California?

—No lo sé, un hombre al que le ha hablado de mí. Por lo visto, le ha dicho que estaba en un internado y ahora quiere que pase las fiestas con ellos.

—¡No!

No iba a dejar que eso pasara, pensó Paula. ¿Pero qué podía hacer? Sintiéndose atrapada, miró alrededor y se encontró con Pedro, grande y sólido, apoyado en la barra. Pedro. «Espero que sepas que si tienes algún problema siempre puedes acudir a mí», le había dicho una vez. Tenía que contárselo, pensó. Él era el único que podía ayudarla. Cómo iba a hacerlo, no tenía ni idea, pero haría lo que fuera para proteger a su hermana.

—Entretenla como puedas, Gabi. Como sea, ¿De acuerdo?

—Lo intentaré.

—Yo llegaré enseguida.

—Ven ahora mismo, por favor —le suplicó su hermana.

—Tranquila, cariño. Pero borra esta llamada para que Alejandra no la vea. ¿Sabes hacerlo?

—¡Pues claro!

—Perdón, perdón —Paula había olvidado que los niños sabían de tecnología más que los adultos.

—No quiero irme —dijo su hermana entonces, con tono asustado—. Me gusta estar aquí, contigo.

Paula se emocionó por tan inusual confesión de afecto, pero intentó disimular.

—Lo sé, cielo. A mí también me gusta estar contigo y no voy a dejar que Alejandra te lleve con ella. Tu sitio está aquí, conmigo. Entretenla todo lo que puedas.

—Tengo que cortar. Acaba de tirar de la cadena.

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