—Por supuesto que tienes que detenerla —dijo Isabel—. No veo que tengas otra opción.
Y Franco estuvo de acuerdo.
—La verdad es que la nobleza no es lo más importante en esta vida.
Pedro estaba empezando a captar la idea. Cuando llegó a casa, abrió el armario de par en par, sacó una bolsa de viaje y empezó a hacer el equipaje. Collierville. Todo estaba como lo recordaba; varios cientos de casas de ladrillo y pizarra, un número igual de jardines bien conservados y calles bordeadas de árboles con niños y bicicletas en todas direcciones. Lo reconoció todo como si lo hubiera abandonado el día anterior. Era la primera vez que volvía en doce años.En otro tiempo, aquél había sido el hogar de su corazón. Después se había negado a tener corazón.¿Y ahora?«El que tuvo, retuvo», recordó el refrán. Dios, eso esperaba.Estaba sólo a mitad del camino en el jardín de su hermana cuando se abrió la puerta principal y Sonia salió mirándolo, primero asombrada y luego deleitada.
—¡Pedro! —gritó antes de bajar los escalones y arrojarse a sus brazos—. ¡Oh, Pedro! Por fin. ¡Has vuelto a casa! ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no me lo dijiste? —lo agarró del brazo para arrastrarlo hacia la casa—. ¿Pero por qué...? ¡No! ¡No te haré más preguntas! ¡No me importa! Sólo estoy encantada de que estés aquí.
—No lo estarás cuando sepas por qué —dijo Pedro.
Ella se detuvo en el porche un instante para mirarlo a la cara.
—¿De qué estás hablando?
—He venido a detener la boda.
Sonia no parpadeó, sólo lo miró asombrada.
—¿Boda? ¿Qué boda?
—¡La boda de Paula! ¿Cuál va a ser?
Sonia sacudió la cabeza.
—No va a haber ninguna boda.
Ahora fue el turno de Pedro de poner cara de asombro.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que no va a haber boda?
—La han suspendido.
Pedro no se atrevió a tener esperanzas. ¿Habría sido idea de Paula o la habría dejado David después de haberlos sorprendido en Nueva York?
—¿Quién la suspendió?
Pero su hermana no tenía ni idea.
—¡Necesito hablar con Paula! —Pedro se estaba dando la vuelta ya—. ¿Dónde está?
—No lo sé. Se ha tomado unas vacaciones. Se ha ido.
—¿Ido? ¿Adonde?
Sonia se encogió de hombros.
—David debe saberlo.
¿Y se suponía que iba a preguntarle a David dónde estaba Paula? Se estaría buscando otro labio roto. O un ojo morado.Era un pequeño precio a pagar, decidió. Necesitaba encontrarla.
—¿Dónde está David?
Encontró al ex novio de Paula trabajando en un tractor. David no se alegró más de verlo que él.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó el otro hombre con tono hosco.
Pedro no podía culparlo.
—No quiero otro labio roto —dijo—. Aunque me merecía el primero.
—Desde luego. ¿Qué es lo que buscas ahora?
—Necesito encontrar a Paula. Mi hermana me dijo que no está por aquí y que tú podrías saber dónde se encontraba.
—Puede que lo sepa.
David empezó a maniobrar la palanca de las marchas. Pedro esperó con los puños levemente apretados. Comprendía que por David ya podía esperar lo que le diera la gana.
—¿Me lo dirás? Por favor...
David lo miró a los ojos
-Y por qué debería?
—Porque la quiero.
Pedro había luchado contra aquello todo el tiempo que había podido, pero ya no podía más. Pedro Alfonso amaba a Paula Chaves. Ésa era la verdad pura y simple. Inclinó la cabeza y cerró los ojos esperando.
—Hay una cabaña —dijo David despacio. Cerca del monasterio. No estoy seguro de que esté allí, pero apuesto a que sí.
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