Por una vez el hombre seguro que conocía pareció incierto. La miraba como si su vida dependiera de aquella pregunta.Y Paula estiró la mano y rozó la suya mirándolo con intensidad.
—No lo siento si tú me amas también.
El sonido que él emitió fue entre una carcajada y un gemido de alivio.
—Más de lo que hubiera soñado amar a nadie. No quería volver a enamorarme de nuevo.
—¿De nuevo?
Pero no necesitaba la respuesta. Ya sabía lo que necesitaba saber. Sabía que la amaba. Pero Pedro asintió con gravedad.
—Catalina.
—¿Catalina Neale? ¿Estuviste enamorado de Catalina Neale?
—No sólo enamorado, sino casado.
—¿Qué?
Él sonrió con debilidad.
—Fue hace mucho tiempo. Ninguno de los dos éramos nadie. Yo estaba trabajando en Nueva York con Carlos, uno de los mejores fotógrafos de moda. Ella quería que Carlos le sacara fotografías. Tenía la seguridad de que si lo conseguía la gente se fijaría en ella. Y yo era su puerta de entrada para él. Sólo era un estúpido ingenuo de Iowa que acababa de llegar a la gran ciudad. ¿Qué sabía yo de nada?
—Como yo —dijo ella con suavidad.
Él asintió.
—Como tú. Esa era una de las razones por las que no quería que te quedaras. Pensaba que te podía pasar lo que me había pasado a mí. Tú eras tan ingenua como yo y si yo no había podido protegerme a mí mismo, ¿cómo iba a protegerte a tí?
Paula enroscó los dedos alrededor de los de él y lo apretó. Ya entendía por qué había reaccionado así con ella desde el principio y eso la hizo amarlo aún más.Y se lo dijo. Pedro la miró.
—No hice nada digno de admiración. Intenté deshacerme de tí. Y no sólo por tu propia seguridad, sino por la mía.
—¿Me estaba metiendo bajo tu piel?
—Se podría decir así.
La sonrisa de ella se ensanchó.
—Bien —entonces ladeó la cabeza—. Sonia nunca me contó que hubieras estado casado.
—Porque no lo sabe.
—¿Qué?
Él se encogió de hombros.
—No lo publiqué por ahí. No estuvimos casados mucho tiempo. Yo sólo pensaba pasarme el verano. Iba a volver a Collierville en otoño para abrir mi propio estudio y fotografiar a la gente, a la gente real. Como las fotos de tu departamento.
Él asintió. Eso era lo que quería. El trabajo con Carlos era la forma de aprender de un maestro.
—Como yo contigo.
Pedro lanzó un bufido.
—Pero entones conocí a Cata y me animó a quedarme. Para aprender, decía ella. Todavía no había conseguido las fotos de Carlos y mientras tanto se afanaba por las mías.
—¿El libro?Las fotos que habían capturado el corazón y el alma de Catalina.
—Sí. Yo estaba loco por ella. Nunca tenía bastante de ella. Y todo el tiempo ella sólo pretendía usarme como peldaño para llegar hasta Carlos.
—Tus fotos eran maravillosas.
—Eran penosas. Ahí desnudé mi corazón y no volví a hacerlo nunca.
Paula ya lo había notado. Se había concentrado en los cuerpos y había dejado las almas escondidas.
—¿Y qué pasó por fin?
—Yo creía que para navidad traería a mi esposa a casa y nos quedaríamos a vivir aquí, pero ignoraba los planes de Cata. Me dijo lo que pensaba que yo quería oír. Fui un tonto. El día de Acción de Gracias nos invitó Carlos a la fiesta de su casa. Ella lo sedujo y coqueteó con él delante de mí. Consiguió sus fotos. Me dejó antes de navidad, se fugó a Las Vegas con mi jefe y se convirtió en la esposa de Carlos Volano.
—¿Y nadie lo supo nunca?
—En aquella época a nadie le importaba nuestra vida privada. Sólo llevábamos unos meses casados. Sonia estaba embarazada de Tomás entonces y estaba teniendo un embarazo muy difícil, así que no le dije que fuera a mi boda. Pensaba darle una sorpresa al volver por navidad. Pero la sorpresa me la llevé yo.
—¡Oh, Pedro!
Paula lo rodeó con sus brazos, lo abrazó y lo besó. Quería borrar todo el dolor y la pena del pasado.
—Fue una tonta.
Él se encogió de hombros.
—Era una manipuladora. Y yo me juré que nunca dejaría acercarse a una mujer tanto en mi vida. Y ninguna lo ha hecho. Excepto tú.
—Yo nunca...
—¡Eso ya lo sé! Tú no tienes nada que ver con ella.
—Espero que eso sea un cumplido.
Él se rió y le revolvió un rizo dorado.
—Lo es. Es el mayor cumplido que conozco —se detuvo y la miró con seriedad a los ojos—. Y también es una proposición. ¿Quieres casarte conmigo? ¿Aguantarme? ¿Envejecer conmigo? Te quiero, Pau.
—Bueno, si lo dices así...
Entonces se arrojó de nuevo sobre él. Y fue una suerte que ya estuvieran sentados porque lo tiró de espaldas. Él se rió. Tenía los ojos empañados, pero se rió.
—¿Es eso un sí, Pau mía?
Y ella se rió con él, le sonrió con los ojos y le prometió que para siempre con su corazón. Lo besó con pasión y él le devolvió los besos hasta que se quedaron ambos sin respiración.Y aún la miró de nuevo esperando.
—¿Pau?
Ella le dió un beso más y la promesa de una vida entera a su lado con él.
—Creo, Pedro, que eso es un sí.
FIN
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