Durante todo el camino de vuelta al parque de bomberos estuvo pensando en las últimas palabras de Paula. «Ten cuidado». Las había dicho como si se preocupara por él. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien se había preocupado por él? Por supuesto, su familia lo hacía, pero ya se habían acostumbrado a sus idas y venidas y a los riesgos de su trabajo. Paula era la primera mujer a la que le había permitido acercarse lo bastante a su vida como para que se preocupara por su bienestar.Se dijo a sí mismo que aquello no debía importarle. Si pensaba en ella, perdería su concentración en el trabajo. Por desgracia, era más fácil decirlo que hacerlo.
Paula se quedó despierta mucho rato después de que Pedro se marchara. La había sorprendido que hubiera vuelto para decirle que tal vez tuviera que marcharse de la ciudad.Estaba sentada a la mesa de la cocina, poniéndole azúcar al café, cuando alzó la vista y vio a una mujer guapa, de pelo negro y ojos oscuros mirándola intensamente. El aire de familia hubiera resultado inconfundible aunque no la hubiera visto la noche anterior, en una fotografía de los Alfonso.
—Hola —dijo, vacilante—. Eres Sonia, ¿Verdad?
Una sonrisa idéntica a la de Pedro se extendió por la cara de la mujer.
—Y tú debes de ser Paula. Espero no haberte asustado. No quería pillarte desprevenida.
—Por desgracia, ya estoy acostumbrada. Pero ya no me doy tantos sustos como antes.
Sonia sonrió y luego miró la cafetera con ansia.
—Gracias a Dios. ¿Puedo tomarme un café? Esta mañana íbamos con el tiempo justo y tuve que llevar a los niños al colegio sin poder tomarme mi primera taza.
Como Sonia ya había agarrado una taza del armario, Paula dedujo que no necesitaba respuesta. Y como sabía lo que era necesitar una dosis de cafeína para sentirse civilizado, esperó a que la mujer se sirviera el café y diera el primer sorbo.
—Ah, qué bien —murmuró Sonia, con expresión de alivio. Luego miró a su alrededor—. ¿Dónde está mi hermano?
—Lo llamaron anoche del trabajo. A lo mejor tenía que irse a Luisiana.
—¿Te ha dejado sola en tu primera noche?
Paula sonrió ante la aparente indignación de Sonia.
—Tenía que irse. No creo que a su jefe le importe que tenga una compañera de casa.
Sonia entornó los ojos.
—Entonces, ¿Esto es solo temporal?
—Claro. Pedro me ofreció quedarme aquí para que pudiera salir del hospital. Los médicos no querían soltarme hasta que tuviera dónde quedarme y alguien que se asegurara de que reposaba. Tu hermano se apiadó de mí. En cuanto encuentre un apartamento, me iré.
Sonia puso una mano sobre la de Paula.
—Hazme un favor, ¿Quieres? No te des mucha prisa.
Paula la miró, confusa.
—¿Por qué?
—Mi hermano no quiere admitirlo, pero necesita a alguien en su vida.
—¿Y qué te hace pensar que yo podría ser ese alguien? Tú no me conoces. Y él tampoco, en realidad.
—Te ha invitado a quedarte aquí. Eso ya me dice muchas cosas. En cuanto a mí, puedes pasar la próxima hora satisfaciendo mi curiosidad.
—¿Cómo? —preguntó Paula cautelosamente.
—Quiero saberlo todo de tí, tus secretos más profundos y todas tus esperanzas y sueños.
Asombrada, Paula guardó silencio.
—Oh oh, me parece que he empezado demasiado fuerte, ¿No? —dijo Sonia—. Perdona. Es el síndrome de la hermana mayor. Normalmente no tengo oportunidad de conocer a las amigas de Pedro, así que mi curiosidad nunca está saciada. Es muy frustrante. Supongo que en realidad no importa, porque enseguida desaparecen —sonrió cálidamente—. Pero algo me dice que tú te quedarás.
Paula se quedó sorprendida. ¿Cómo había llegado Sonia a semejante conclusión en menos de quince minutos?
—¿Instinto de hermana mayor? —preguntó.
—Exactamente. Eres guapa. Y vulnerable —Paula hizo amago de protestar, pero Sonia levantó la mano—. Quizá no de la manera típica y no durante mucho tiempo, pero por ahora está claro que necesitas una ración extra de mimos y cierta cantidad de protección masculina —su sonrisa se volvió picara—. Y estás en su casa. Eso es todo, señoría —hizo una reverencia burlona.
Paula se rió.
—Estás muy segura, ¿No?
—Mucho —su sonrisa se desvaneció—. A no ser que tú no estés interesada en él. Pero encuentras atractivo a nuestro Pedro, ¿Verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario