lunes, 2 de abril de 2018

Inevitable: Capítulo 60

Lo  que  pensó  su  marido  de  que  apareciera  con  Pedro no  quedó  muy  claro  al  principio, pero no puso objeciones cuando Isabel los precedió a ambos e hizo un gesto de despedida hacia Estefanía al salir.Sólo cuando estuvieron en la acera, Isabel abandonó la sonrisa forzada que había mantenido en la fiesta.

—Ya  está  —le  dijo  a  su  marido—.  Estarás  orgulloso  de  mí,  ¿Verdad?  Son  sólo  las diez y media y ya nos hemos librado.

Él asintió pero dirigió una mirada interrogante hacia Pedro.

—Él también necesitaba que lo rescataran —respondió Isabel a la muda pregunta con una sonrisa.

Pedro asintió y se apartó un poco con cortesía.

—Muchas gracias. Te lo agradezco.

—¡Por Dios bendito! No te pongas ahora estirado con nosotros. Ya sé que Fran y tú  son  competidores,  pero  no  veo  ahora  ninguna  foto  que  sacar,  así  que  seamos  agradables, ¿De acuerdo?

Pedro miró a Franco y éste le devolvió la mirada.

—Isa es un poco como un tanque —dijo.

—¿Un poco? —se burló su mujer.

Franco sonrió.

—Seré agradable si lo es él.

Asintió en dirección a Pedro, que se encontró a su vez asintiendo. Isabel esbozó una sonrisa radiante.

—Ven a nuestra casa —invitó a Pedro.

Él sabía que el matrimonio vivía en el Upper West Side también, pero lo que no sabía era que su casa estaba justo detrás de la de Karina. Desde su terraza se podía ver la ventana del departamento donde había vivido Paula. Franco  llevó  cerveza,  Isabel  unas  patatas  fritas  y  todos  se  sentaron.  El  primero  habló del tiempo, Isabel de los niños y Pedro no dijo nada. Sólo podía mirar a través del jardín y la reja a la ventana de la habitación donde había vivido Paula.

—Siento que Paula se fuera —dijo Isabel como si le estuviera leyendo la mente.

Pedro dió un respingo.

-¿Qué?

Isabel  sonrió.

—Me caía muy bien. Pasamos buenos momentos juntas.

—¿De verdad?

Pedro recordaba que se habían conocido en la fiesta hawaiana, pero no sabía que se hubieran visto más. Pero Isabel asintió.

—Mientras  estuviste  en  las  montañas,  salí  con  ella  y  con  las  niñas  a  hacer  un  poco de turismo. Fue divertido. Paula es muy divertida y pensé que ella y tú... —ya se había metido en arenas movedizas, pensó Pedro esperando a que cambiara de tema. Pero ella no lo hizo—. ¿Por qué la dejaste irse?

—Isa  no  es sólo  un  tanque   —dijo Franco  con  desenfado—.   Es  también  terriblemente cotilla.

—Me  preocupo  —lo  corrigió  su  mujer  volviendo  a  mirar  a  Pedro—.  ¿Por  qué  la  dejaste irse?

—Yo  no  la  dejé  irse  —protestó  Pedro dolido  por  la  acusación—.  Pensaba  volver  desde el principio. ¡Pero si estaba prometida cuando vino aquí! ¡Va a casarse pasado mañana!

Casi no pudo pronunciar las palabras y apretó el vaso con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

—¿Y vas a dejarla?

Isabel  parecía alucinada.

—¿Y qué otra cosa puedo hacer?

 —Podrías detenerla.

¡Sí,  claro!  Se  metería  en  el  primer  avión  que  saliera  para  Iowa  y  entonces  entraría en la iglesia gritando:—¡Esta boda no puede seguir adelante!¡Ja! ¡Sería el mayor ridículo de su vida!El problema era que si no lo hacía, Paula iba a cometer el mayor error de toda su vida.Porque en algún momento, de alguna manera, había llegado a comprender que ella no  podría  haberle  amado  de  forma  tan  completa,  pura  y  dulce  si  no  hubiera  estado enamorada de él.¡Para hacer lo que había hecho con él, debía estar enamorada de él!Entonces, ¿Por qué iba a casarse con David?«¡Porque tú la arrojaste a sus brazos, maldito idiota!», se dijo a sí mismo. «En tu idea insana y completamente equivocada de la nobleza, tomaste su amor y sólo para darte después la vuelta y echarla de tu vida».

1 comentario:

  1. Me encantaron los capítulos, no veo la hora de leer más capítulos

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