Lo que pensó su marido de que apareciera con Pedro no quedó muy claro al principio, pero no puso objeciones cuando Isabel los precedió a ambos e hizo un gesto de despedida hacia Estefanía al salir.Sólo cuando estuvieron en la acera, Isabel abandonó la sonrisa forzada que había mantenido en la fiesta.
—Ya está —le dijo a su marido—. Estarás orgulloso de mí, ¿Verdad? Son sólo las diez y media y ya nos hemos librado.
Él asintió pero dirigió una mirada interrogante hacia Pedro.
—Él también necesitaba que lo rescataran —respondió Isabel a la muda pregunta con una sonrisa.
Pedro asintió y se apartó un poco con cortesía.
—Muchas gracias. Te lo agradezco.
—¡Por Dios bendito! No te pongas ahora estirado con nosotros. Ya sé que Fran y tú son competidores, pero no veo ahora ninguna foto que sacar, así que seamos agradables, ¿De acuerdo?
Pedro miró a Franco y éste le devolvió la mirada.
—Isa es un poco como un tanque —dijo.
—¿Un poco? —se burló su mujer.
Franco sonrió.
—Seré agradable si lo es él.
Asintió en dirección a Pedro, que se encontró a su vez asintiendo. Isabel esbozó una sonrisa radiante.
—Ven a nuestra casa —invitó a Pedro.
Él sabía que el matrimonio vivía en el Upper West Side también, pero lo que no sabía era que su casa estaba justo detrás de la de Karina. Desde su terraza se podía ver la ventana del departamento donde había vivido Paula. Franco llevó cerveza, Isabel unas patatas fritas y todos se sentaron. El primero habló del tiempo, Isabel de los niños y Pedro no dijo nada. Sólo podía mirar a través del jardín y la reja a la ventana de la habitación donde había vivido Paula.
—Siento que Paula se fuera —dijo Isabel como si le estuviera leyendo la mente.
Pedro dió un respingo.
-¿Qué?
Isabel sonrió.
—Me caía muy bien. Pasamos buenos momentos juntas.
—¿De verdad?
Pedro recordaba que se habían conocido en la fiesta hawaiana, pero no sabía que se hubieran visto más. Pero Isabel asintió.
—Mientras estuviste en las montañas, salí con ella y con las niñas a hacer un poco de turismo. Fue divertido. Paula es muy divertida y pensé que ella y tú... —ya se había metido en arenas movedizas, pensó Pedro esperando a que cambiara de tema. Pero ella no lo hizo—. ¿Por qué la dejaste irse?
—Isa no es sólo un tanque —dijo Franco con desenfado—. Es también terriblemente cotilla.
—Me preocupo —lo corrigió su mujer volviendo a mirar a Pedro—. ¿Por qué la dejaste irse?
—Yo no la dejé irse —protestó Pedro dolido por la acusación—. Pensaba volver desde el principio. ¡Pero si estaba prometida cuando vino aquí! ¡Va a casarse pasado mañana!
Casi no pudo pronunciar las palabras y apretó el vaso con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
—¿Y vas a dejarla?
Isabel parecía alucinada.
—¿Y qué otra cosa puedo hacer?
—Podrías detenerla.
¡Sí, claro! Se metería en el primer avión que saliera para Iowa y entonces entraría en la iglesia gritando:—¡Esta boda no puede seguir adelante!¡Ja! ¡Sería el mayor ridículo de su vida!El problema era que si no lo hacía, Paula iba a cometer el mayor error de toda su vida.Porque en algún momento, de alguna manera, había llegado a comprender que ella no podría haberle amado de forma tan completa, pura y dulce si no hubiera estado enamorada de él.¡Para hacer lo que había hecho con él, debía estar enamorada de él!Entonces, ¿Por qué iba a casarse con David?«¡Porque tú la arrojaste a sus brazos, maldito idiota!», se dijo a sí mismo. «En tu idea insana y completamente equivocada de la nobleza, tomaste su amor y sólo para darte después la vuelta y echarla de tu vida».
Me encantaron los capítulos, no veo la hora de leer más capítulos
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