lunes, 11 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 9

-Es más fácil que mi hermano vaya a Londres a verme a mí, por lo general para comer, aunque últimamente no nos hemos visto como habríamos esperado. Los dos tenemos agendas ocupadas.

-Sus restaurantes son espléndidos -aportó, ansiosa por tratar un tema inofensivo-.  Uno  tiene un estilo de pub.  Un  lugar  acogedor  y  coqueto  con  una  magnífica  cocina  francesa,  y  el  otro  es  más  elegante,  aunque  el  menú  es  bastante  sencillo.  Hemos  descubierto  que la gente, cuando sale, no quiere encontrarse con una elección de cosas  raras.  Les  gusta  que  su  comida  sea  sabrosa  y  bastante  campechana,  de  modo  que  preparamos  unas  salchichas  y  patatas  al  ajo  deliciosas,  y  carne  y  otros  platos  de  ese  estilo.  Es  muy  popular.  De hecho, en la actualidad hay una lista de espera de dos meses para ambos restaurantes.

-Qué  encantadora  apología  de  las  empresas  culinarias  de  mi  hermano  -comentó  Pedro-.  Estoy  seguro  de  que  ese  entusiasmo  le  habrá resultado inspirador cuando empezasteis a salir.

Paula intentó no manifestar el intenso desagrado que le producía el hombre estirado en la silla de al lado.

-Eso espero -repuso con tono ecuánime-. Es duro empezar algo propio. El apoyo de otras personas puede resultar inapreciable.

 -¿Y fue ahí cuando  mi  hermano  comenzó  a  apreciar  tu  inapreciable contribución a su vida? -Oh, yo no fui la única que confió en su éxito.

 -Deberías ponerte el bañador -comentó, cambiando de tema-. El agua está deliciosa.

-No he traído ninguno.

 -¿No has traído ninguno?

 Paula se ruborizó y apartó la vista.

 -No... no me siento  tan  segura  cuando se trata de nadar  -confesó a regañadientes-.  Pensé en traer uno para poder broncearme un poco en la playa, pero luego cambié de idea -por primera vez, la hostilidad  y  la  aprensión  dieron  paso  al  simple  sonrojo. Notó  que  la  piel le hormigueaba bajo el intenso escrutinio al que la sometió-. No es tan raro  -soltó,  ceñuda-.  Mucha gente no sabe nadar  -vió  que  esbozaba una ligera sonrisa-. Para tí es normal... ¡Creciste rodeado de piscinas y del mar! ¡No todos hemos tenido esa suerte!

Pedro se sintió intrigado. Esa información inútil le había resultado curiosamente simpática.

-No sabía  que había  que  estar  rodeado de piscinas  y  del  mar  para  aprender  a  nadar  -comentó,  sin  apartar  la  vista  del  rostro  ruborizado-. Creía que las escuelas en Inglaterra ofrecían lecciones de natación como parte de su programa docente.

-¡Probablemente  así  sea!  -exclamó  antes  de  poder  reflexionar.

 No haría falta ser un genio para formular la siguiente pregunta lógica a su exabrupto. -¿Quieres decir que no fuiste al colegio en Inglaterra?

 ¿Creciste en Australia? ¿Por eso tus padres han regresado allí?

Lo miró con expresión apesadumbrada.

-No,  no crecí en  Australia.  Tuve  una  formación  inusual  -musitó  al final.

-¿Cuánto de inusual? -adelantó el torso y apoyó los codos en las rodillas.

¿Es que no veía que se sentía incómoda?

-Mis padres eran... poco ortodoxos. Viajaban mucho. 

-¿Quieres decir que eran gitanos?

 -¡Claro que no eran  gitanos!  ¡Y que conste que no tengo nada  contra los gitanos! Pero, ¿Te parezco una gitana? ¿Con este pelo? -se quitó el sombrero y adelantó un tupido mechón de pelo hacia él.

Pedro  se dió cuenta de que estaba disfrutando de lo lindo con ese giro surrealista en la conversación. Tomó el mechón en la mano y fingió examinarlo con detenimiento.

-Podría estar teñido -comentó antes de que ella le arrebatara el mechón.

-Nunca en la vida me he teñido el pelo.

 -Entonces, explícate.

 -De acuerdo. Si realmente necesitas saberlo, mis padres eran... eran...  tirando  a  ...  hippies  -ya estaba. Esperó la  carcajada  y el ataque  inmediato,  pero  vió  que  la  observaba  con  auténtico  interés-.  No creían  en  las  posesiones  materiales  o  en  asentarse  en  un  lugar.  Cuando me hice mayor, mi madre me dijo que la vida era una larga aventura  y  que  no  había  nada  aventurero  en  asentarse,  con una  hipoteca  y  un  trabajo  en  un  banco.  De  modo  que  se  dedicaron  a  viajar. Claro que yo fui a la escuela, pero nunca a la misma durante mucho tiempo, no el tiempo suficiente para... -

¿Dar lecciones de natación? ¿Hacer amigos?

-¡Claro que hice amigos! Un montón a lo largo de los años.

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