-Es más fácil que mi hermano vaya a Londres a verme a mí, por lo general para comer, aunque últimamente no nos hemos visto como habríamos esperado. Los dos tenemos agendas ocupadas.
-Sus restaurantes son espléndidos -aportó, ansiosa por tratar un tema inofensivo-. Uno tiene un estilo de pub. Un lugar acogedor y coqueto con una magnífica cocina francesa, y el otro es más elegante, aunque el menú es bastante sencillo. Hemos descubierto que la gente, cuando sale, no quiere encontrarse con una elección de cosas raras. Les gusta que su comida sea sabrosa y bastante campechana, de modo que preparamos unas salchichas y patatas al ajo deliciosas, y carne y otros platos de ese estilo. Es muy popular. De hecho, en la actualidad hay una lista de espera de dos meses para ambos restaurantes.
-Qué encantadora apología de las empresas culinarias de mi hermano -comentó Pedro-. Estoy seguro de que ese entusiasmo le habrá resultado inspirador cuando empezasteis a salir.
Paula intentó no manifestar el intenso desagrado que le producía el hombre estirado en la silla de al lado.
-Eso espero -repuso con tono ecuánime-. Es duro empezar algo propio. El apoyo de otras personas puede resultar inapreciable.
-¿Y fue ahí cuando mi hermano comenzó a apreciar tu inapreciable contribución a su vida? -Oh, yo no fui la única que confió en su éxito.
-Deberías ponerte el bañador -comentó, cambiando de tema-. El agua está deliciosa.
-No he traído ninguno.
-¿No has traído ninguno?
Paula se ruborizó y apartó la vista.
-No... no me siento tan segura cuando se trata de nadar -confesó a regañadientes-. Pensé en traer uno para poder broncearme un poco en la playa, pero luego cambié de idea -por primera vez, la hostilidad y la aprensión dieron paso al simple sonrojo. Notó que la piel le hormigueaba bajo el intenso escrutinio al que la sometió-. No es tan raro -soltó, ceñuda-. Mucha gente no sabe nadar -vió que esbozaba una ligera sonrisa-. Para tí es normal... ¡Creciste rodeado de piscinas y del mar! ¡No todos hemos tenido esa suerte!
Pedro se sintió intrigado. Esa información inútil le había resultado curiosamente simpática.
-No sabía que había que estar rodeado de piscinas y del mar para aprender a nadar -comentó, sin apartar la vista del rostro ruborizado-. Creía que las escuelas en Inglaterra ofrecían lecciones de natación como parte de su programa docente.
-¡Probablemente así sea! -exclamó antes de poder reflexionar.
No haría falta ser un genio para formular la siguiente pregunta lógica a su exabrupto. -¿Quieres decir que no fuiste al colegio en Inglaterra?
¿Creciste en Australia? ¿Por eso tus padres han regresado allí?
Lo miró con expresión apesadumbrada.
-No, no crecí en Australia. Tuve una formación inusual -musitó al final.
-¿Cuánto de inusual? -adelantó el torso y apoyó los codos en las rodillas.
¿Es que no veía que se sentía incómoda?
-Mis padres eran... poco ortodoxos. Viajaban mucho.
-¿Quieres decir que eran gitanos?
-¡Claro que no eran gitanos! ¡Y que conste que no tengo nada contra los gitanos! Pero, ¿Te parezco una gitana? ¿Con este pelo? -se quitó el sombrero y adelantó un tupido mechón de pelo hacia él.
Pedro se dió cuenta de que estaba disfrutando de lo lindo con ese giro surrealista en la conversación. Tomó el mechón en la mano y fingió examinarlo con detenimiento.
-Podría estar teñido -comentó antes de que ella le arrebatara el mechón.
-Nunca en la vida me he teñido el pelo.
-Entonces, explícate.
-De acuerdo. Si realmente necesitas saberlo, mis padres eran... eran... tirando a ... hippies -ya estaba. Esperó la carcajada y el ataque inmediato, pero vió que la observaba con auténtico interés-. No creían en las posesiones materiales o en asentarse en un lugar. Cuando me hice mayor, mi madre me dijo que la vida era una larga aventura y que no había nada aventurero en asentarse, con una hipoteca y un trabajo en un banco. De modo que se dedicaron a viajar. Claro que yo fui a la escuela, pero nunca a la misma durante mucho tiempo, no el tiempo suficiente para... -
¿Dar lecciones de natación? ¿Hacer amigos?
-¡Claro que hice amigos! Un montón a lo largo de los años.
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