-No es mi joven amigo -dijo con los dientes apretados cuando Pedro regresaba a la habitación con una bolsa con verduras congeladas en una mano y un trapo limpio de cocina en la otra.
-Y quizá debería ponerse una tobillera -continuó el doctor, mirando a Pedro por encima de las gafas para leer-. Cualquier farmacia buena tendrá lo que necesita. Pero, querida... -miró a Paula y se puso de pie-... no se la ponga muy prieta. Quizá se sienta cómoda, pero no es bueno que ese tobillo esté inmovilizado. En cuanto pueda, probablemente mañana, puede empezar a tratar de ejercitarlo. Pero sin excederse.
-Creo que voy a cancelar mi alojamiento con Federico, ¿No crees? -fue lo primero que dijo Pedro después de acompañar al doctor a la salida y regresar al salón.
Paula lo miró en silencio consternado.
-Puedo arreglarme -respondió al rato.
Algo tan claramente falso que Pedro ni siquiera se molestó en contestar. Sencillamente, fue a su lado y, sin prestar atención a sus protestas, la alzó en brazos. -Cerraré y apagaré las luces después de meterte en la cama.
-¡No harás nada parecido! ¡Puedo arreglarme perfectamente sola!
-Igual que todos cuando no podemos caminar.
-Escucha... -respiró hondo y se decidió por el enfoque maduro-... en cuanto me metas en la cama, podré arreglarme perfectamente sola y llamar a la madre de Diego a primera hora de la mañana para que venga a recoger a Joaquín y lo lleve al colegio. Y estoy segura de que a Rebecca no le importará venir en algún momento con algo de comida. Es un viaje algo largo, pero lo entenderá -sintió el torso duro contra ella y se mordió el labio con nerviosismo-. Quiero decir...
-¿Cuál es tu dormitorio?
-El de la derecha. ¿Has oído lo que acabo de decir?
-Cada palabra -abrió la puerta con el hombro y logró encender la luz sin dejarla caer-. Pero voy a ignorarlas porque debes saber tan bien como yo que estás diciendo tonterías -la depositó en la cama doble, luego se irguió para poder observarla-. Has oído lo que ha dicho el doctor. Nada de caminar. Así que explícame cómo piensas preparar a tu hijo por la mañana sin salir de la cama. A menos que hayas dominado unas habilidades mágicas que nadie más es capaz de ejecutar, entonces no se puede hacer -metió las manos en los bolsillos a la espera de que intentara refutar su declaración-. Lo cual no me deja otra opción que quedarme aquí. En especial ahora que Fede y tú no son pareja. Quiero decir... -volvió a sonar el móvil. En esa ocasión, la conversación con su hermano fue breve, una simple transmisión de información que no duró más de dos minutos-. Ninguna oferta para venir corriendo a tratar de arreglar las cosas. ¿Decepcionada?
-Por supuesto que Fede no puede venir aquí a cuidarme -murmuró con tono agrio-. Tiene un horario de trabajo cambiado.
-Oh, pero pensé que podría considerar el bienestar de su amada más importante que supervisar la cocina de un restaurante. Después de todo, supervisar cómo pican cebollas y la preparación de repostería no puede ser más importante que venir a visitarte, y menos cuando se ha encontrado súbitamente abandonado sin previo aviso.
-Eso fue culpa tuya. No tenías derecho a decirle que había roto el compromiso. Se lo habría dicho yo en persona.
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