miércoles, 27 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 37

-No  es  mi  joven  amigo  -dijo  con  los  dientes  apretados  cuando  Pedro regresaba   a   la   habitación   con   una   bolsa   con   verduras   congeladas en una mano y un trapo limpio de cocina en la otra.

-Y quizá  debería  ponerse  una  tobillera  -continuó  el  doctor,  mirando  a  Pedro por  encima  de  las  gafas  para  leer-.  Cualquier  farmacia buena tendrá lo que necesita. Pero, querida... -miró a Paula y  se  puso  de  pie-...  no  se  la  ponga  muy  prieta.  Quizá  se  sienta  cómoda,  pero  no  es  bueno  que  ese  tobillo  esté  inmovilizado.  En  cuanto  pueda,  probablemente  mañana,  puede  empezar  a  tratar  de  ejercitarlo. Pero sin excederse.

-Creo que voy a cancelar mi alojamiento con Federico, ¿No crees? -fue  lo  primero  que  dijo  Pedro después  de  acompañar  al  doctor  a  la  salida y regresar al salón.

Paula lo miró en silencio consternado.

-Puedo arreglarme -respondió al rato.

Algo tan  claramente  falso  que  Pedro ni  siquiera  se  molestó  en  contestar.  Sencillamente,  fue  a  su  lado  y,  sin  prestar  atención  a  sus  protestas, la alzó en brazos. -Cerraré y apagaré las luces después de meterte en la cama.

 -¡No  harás  nada  parecido!  ¡Puedo  arreglarme  perfectamente  sola!

-Igual que todos cuando no podemos caminar.

-Escucha...  -respiró  hondo  y  se  decidió  por  el  enfoque  maduro-... en cuanto me metas en la cama, podré arreglarme perfectamente sola y llamar a la madre de Diego a primera hora de la mañana para que venga a recoger a Joaquín y lo lleve al colegio. Y estoy segura de que a Rebecca no le importará venir en algún momento con algo de comida. Es un viaje algo largo, pero lo entenderá -sintió el torso duro contra ella y se mordió el labio con nerviosismo-. Quiero decir...

-¿Cuál es tu dormitorio?

 -El de la derecha. ¿Has oído lo que acabo de decir?

-Cada  palabra  -abrió  la  puerta  con  el  hombro  y  logró  encender  la luz sin dejarla caer-. Pero voy a ignorarlas porque debes saber tan bien  como  yo  que  estás  diciendo  tonterías  -la  depositó  en  la  cama  doble,  luego  se  irguió  para  poder  observarla-.  Has  oído  lo  que  ha  dicho  el  doctor.  Nada  de  caminar.  Así  que  explícame  cómo  piensas  preparar  a  tu  hijo  por  la  mañana  sin  salir  de  la  cama.  A  menos  que  hayas dominado unas habilidades mágicas que nadie más es capaz de ejecutar,  entonces  no  se  puede  hacer  -metió  las  manos  en  los  bolsillos a la espera de que intentara refutar su declaración-. Lo cual no  me  deja  otra  opción  que  quedarme  aquí.  En  especial  ahora  que  Fede y  tú  no  son  pareja.  Quiero  decir...  -volvió  a  sonar  el  móvil.  En  esa  ocasión,  la  conversación  con  su  hermano  fue  breve,  una  simple transmisión de información que no duró más de dos minutos-. Ninguna  oferta  para  venir  corriendo  a  tratar  de  arreglar  las  cosas.  ¿Decepcionada?

-Por  supuesto  que  Fede no  puede  venir  aquí  a  cuidarme  -murmuró con tono agrio-. Tiene un horario de trabajo cambiado.

 -Oh, pero pensé que podría considerar el bienestar de su amada más importante que supervisar la cocina de un restaurante. Después de todo,  supervisar  cómo   pican   cebollas   y   la   preparación   de   repostería  no  puede  ser  más  importante  que  venir  a  visitarte,  y  menos cuando se ha encontrado súbitamente abandonado sin previo aviso.

-Eso fue culpa tuya. No tenías derecho a decirle que había roto el compromiso. Se lo habría dicho yo en persona.

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