viernes, 15 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 19

-Las  mujeres  se  relacionan  con  hombres  que  no  tienen  un  horario habitual de trabajo...

-No hablo de  las  mujeres  como  pertenecientes  a  la  especie  en  general. Hablo de tí.

Paula bebió  champán  y  sintió  el  cosquilleo  de  las  burbujas  al  bajarle por la garganta. El alcohol le dio vida a su rostro. El instinto le decía que se alejara de Pedro. No había nada que pudiera decirle que no tuviera como último objetivo mellarle la armadura. La quería fuera de la vida de Federico y lejos de la posibilidad de que pudiera ponerle las  manos  encima  a  los  millones  de  los  Toyas.  La  ponía  enferma  pensar en ello. Pero algo en él hizo que se quedara. Las  dos  copas  de  champán  con  el  estómago  vacío  tampoco  ayudaron.

-La  gente  necesita  su  propio  espacio  -se  encogió  de  hombros-.  Te da la oportunidad de dar un paso atrás y mostrarte objetiva con la persona con la que estás relacionada.

Pedro jugó  con  el  champán  en  la  copa,  pero  sin  quitarle  en  ningún momento los ojos de encima.

-¿Y crees que eso es bueno?

 -Claro  que  sí.  Significa  que  no  terminas  por  convertirte  en  una  tonta y en confiar en alguien que no es merecedor de esa confianza -se contuvo y logró esbozar una sonrisa tensa-. Hablando en general, por supuesto.

-¿Quién fue él?

 -No  sé  de  qué  hablas  -el  sonido  de  las  voces  y  de  las  risas  pareció muy lejano, simple ruido de fondo.

 -Claro que sí -musitó él, con un simple deje de sorpresa ante el deseo de ella de querer negar la verdad.

En la penumbra, él era todo sombras y ángulos. Su masculinidad lo rodeaba como un campo de fuerza, pero no parecía amenazadora. Parecía... Paula tembló.

 -¿Y  bien?  -insistió  Pedro-.  ¿Quién  era?  Desde  luego,  no  hablas  de  Federico. Entonces, ¿De quién estás hablando? -bebió un poco más de champán  y  la  observó  como  si  dispusiera de  todo  el  tiempo  del  mundo. Sujetó con fuerza el pie de la copa, porque durante un momento  loco,  quiso  alargar  la  mano  y  tocarle  el  pelo,  sólo  para  comprobar que su tacto era igual que su visión.

-Oh, alguien a quien conocí. Resultó que no era la persona que yo creía que era -soltó una risa breve.

El momento fugaz de querer tocarle el cabello se transformó en un  impulso  violento  de  matar  a  quienquiera  que  le  hubiera  causado  esa   desilusión.   Contuvo  con  férrea   voluntad  el  camino  que  empezaban a tomar sus pensamientos. Pero aún quería saber... Experimentó una punzada de irritación cuando Federico se acercó hasta ellos y pasó un brazo por los hombros de Paula para pegarla a él.

-¿No es la más guapa del baile? -le preguntó a su hermano-. A propósito,  mamá  quiere  que  conozcas  a  tu  futura  prometida,  Brenda Papaeliou  -sonrió  con  gesto  travieso  y  alzó  la  copa-.  Puedes  correr,  hermano, pero no puedes esconderte.

Pedro trató  de  sonreír,  pero  deseó  que  su  hermano  se  largara  para poder terminar la conversación. Era una locura el modo en que la percibía con cada fibra de su cuerpo.

 -Brenda Papaeliou... sí, creo que mencionó el nombre antes...

 -Justo  tu  tipo,  Pedro.  Una  mata  tupida  de  pelo  oscuro,  curvas  y  un vestido que deja poco a la imaginación. Me sorprende que mamá no te haya localizado ya para presentártela.

A  Paula no  le  extrañó  que  esa  mujer  fuera  su  tipo.  El  tipo  exuberante de cuerpo y pobre de mente. Entonces se sonrojó por lo poco caritativa que era con alguien a quien jamás había visto.

 -No tengo un tipo de mujer -corrigió Pedro con irritación.

-¡Claro  que  sí!  -Federico se hallaba  en  su  elemento.  Cuando  se  relajaba,  se  relajaba  con  estilo-.  ¿Recuerdas  la  chica  que  trajiste  a  casa  cuando  tenías  diecisiete  años?  -miró  a  Paula y  le  susurró  lo  bastante alto como para que Pedro los oyera-: Se llamaba Romina,  una verdadera   belleza   de   pelo  oscuro.   Pedro la  llevó  a  casa   para   presentarla y se sorprendió mucho cuando todo el mundo objetó que tuviera treinta años. ¡Le había dicho que tenía diecinueve! ¡La verdad se supo cuando cometió el desliz de decir que tenía un hijo!

-Parecía más joven de la edad que tenía -comentó Pedro.

-Luego estuvo Nadia. La hermosa Nadia. Una morena con curvas. ¡El problema es que tenía el cerebro de un guisante!

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