miércoles, 13 de diciembre de 2017

Prohibida: Capítulo 12

-Si tuviera la elección de un techo sobre mi cabeza y comida en mi  estómago,  y  el  precio  fuera  ser  cortés  con  unos  turistas  durante  unos pocos meses al año, sé qué elegiría.

-Ah,  una  mujer  pragmática.  Y  yo  que  pensaba  que  en  el  fondo  todas las mujeres eran unas románticas. Supongo que vagar con tus padres  puede  haber  dado  como  resultado  no  recibir  una  dosis  lo  suficientemente  amplia  de  realismo  como  para  extinguir  la  idea  del  romanticismo.

Paula apartó la  vista  del  impresionante  paisaje  para  mirarlo.  «Recuerda  que  tienes  que  ser  agradable,  amigable  y  abierta»,  se  dijo.

 -Quizá, aunque he de decir que tuve una gran dosis de realismo en la forma de casas temporales y vecindarios peligrosos. No, miento, nunca  nos  quedamos  cerca  de  algún  sitio  peligroso.  Wolf  y  River  preferían los pueblos a las ciudades.

-¿ Wolf y River?

Paula no  había  querido  decir  eso.  Ni  siquiera  Federico estaba  al  tanto  de  los  nombres  estúpidos  con  que  se  habían  llamado  sus  padres. Clavó la vista al frente, el mentón alzado y sin decir una palabra.

 -¿Tus padres se llamaban Wolf y River? -miró el obstinado perfil.

Era  una  cazafortunas  algo  más  compleja.  Probablemente,  por  eso  había tenido éxito con Michael, quien jamás había favorecido lo obvio.

-Explicaban  que  necesitaban  nombres  que  encajaran  con  las  personas que eran. Por supuesto, yo seguí llamándolos mamá y papá.

-Apuesto que les encantaba.

 -Aceptaban que yo era... no como ellos. En todo caso, todo eso es  muy  aburrido.  Cuéntame algo de  la  isla.  Has  dicho  que  es  volcánica. ¿No es peligroso?

 Los ojos  de  Pedro se  desviaron  fugazmente  hacia  esos  muslos  esbeltos,  expuestos  con  generosidad  gracias  a  la  falda  corta  que  se  había subido, y trató de centrarse en la misión que lo ocupaba en ese momento.

-¿Tenías tú un apodo? ¿Debería decir un nombre de libertad? -Stream -repuso con parquedad-. Hice que me prometieran que jamás  me  llamarían  por  él  en  público.  ¿Me  hablabas  del  peligro  del  volcán? -Supongo que podría haber sido un poco embarazoso delante de tus amigos.

Experimentó el súbito recuerdo de estar esperando que fueran a recogerla al colegio y la vergüenza que la invadió cuando llegaron y la llamaron  por  su  apodo.  Su  breve  estancia  en  esa  escuela  en  particular no había sido de las más felices. Pero  lo  más  asombroso  fue  que se sintió  tentada  de  confesarle  ese  recuerdo  al  hombre  que  tenía  sentado  al  lado.  Por  suerte,  se contuvo  a  tiempo  y  realizó  un  comentario  inocuo  sobre  la  isla,  sintiéndose aliviada cuando él le siguió la corriente. Le  informó  de  que  la  enorme  erupción  acaecida  unos  tres  mil  seiscientos  años  atrás  había  producido  tsunamis  que  habían  llegado  incluso  hasta  Turquía.  El  corolario  de  esa  convulsión  había  sido  la  formación de cráteres nuevos.

-Están inactivos -añadió-. Pero bajo constante vigilancia.

 -Eso es tranquilizador -ironizó. -Ahora voy a llevarte a dar un paseo. Luego iremos de compras.

 Éste  resultó  ser  un  imponente  descenso  en  teleférico  desde  la  capital  hasta  el  puerto  antiguo.  Paula se  dió  cuenta  de  que  se  agarraba  al  brazo  de  Pedro a  medida  que  el  teleférico  pasaba  por  encima del borde del volcán, con sus corrientes de lava solidificada y formaciones  rocosas.  No  fue  capaz  de  obligarse  a  mirar  en  varios  puntos  y  enterró  la  cara  en  su  hombro,  sin  importarle  en  absoluto  poder sentir la vibración de la risa contenida. Cuando llegaron abajo, prácticamente temblaba.

-Sádico -acusó, saliendo sobre piernas temblorosas.

 -Cobarde -replicó él, con piernas perfectamente firmes.

-Podrías habérmelo advertido -musitó-. Y no es gracioso.

-No.  Y  sí,  debería  habértelo  advertido  -por  primera  vez  se  preguntó  si  se  habría  equivocado  en  el  juicio  que  había  hecho  sobre  ella. De ser así, sería la primera vez, pero no por ello imposible-. Te prometí  que  iríamos  de  compras  -añadió,  aguardando  el  inevitable  rechazo, que no tardó en llegar.

 -No  soy  aficionada  a  ir  de  compras  -la  verdad  era  que  quería  comprar  un  par  de  cosas  para  Joaquín,  pero  eso  quedaba  descartado  con la vigilancia a que la sometía Pedro.

 -En ese caso, puedes mirar los escaparates mientras yo hago las compras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario