viernes, 1 de diciembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 52

Paula se relajó, y le presentó a Pedro  como un amigo. Luego le contó lo ocurrido.

–¿Quiere esperar un momento fuera, señor Alfonso? –le dijo el doctor Fowler, sabiendo que no era un amigo de Paula.

–Que se quede, si quiere –dijo Paula con sinceridad.

Realmente no lo culpaba, pensó Pedro. La madre de Jesica, en el funeral, había llegado a decir que si él hubiera conducido aquel día no habría sucedido. Pero Paula no le estaba echando las culpas.

–Me quedo –dijo él.

–No hay más que un músculo agarrotado, Paula. No hacía falta que vinieras. Pero quiero que hagas reposo durante tres o cuatro días. Y no quiero que estés sola.

–Yo me quedaré con ella.

–Bien. Llamaré a la enfermera para que te limpie las heridas de las rodillas. Y después puedes irte a casa. Por favor, tómatelo con calma, aunque sé que el estar sentada sin hacer nada no te gusta en absoluto.

Paula se sintió aliviada. Y en pocos minutos salieron del hospital, ella del brazo de Pedro, sabiendo que viviría con él los próximos días.

–Recuérdame que elimine los caminos de piedra de la jardinería –le dijo ella.

–No creo que te haga falta que te lo recuerden.

Pedro la llevó a casa, y la ayudó a quitarse la ropa.

–El camisón está debajo de la almohada.

Era la primera vez que él estaba en una situación así, y se sentía un poco torpe. Ella se sentía extraña, y no lo disimulaba, como si fuera una joven tímida que jamás hubiera hecho el amor con él en esa cama.

–Pau, quiero que sepas algo. No he venido a Halifax para tratar de controlar tu vida o para complicártela. He vuelto porque te quiero.

–¿Quererme? –preguntó ella sorprendida.

–Me dí cuenta una mañana, en el metro de Toronto –sonrió él–. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta.

–Pero...

–No quiero que me digas nada. Sólo quiero que te hagas a la idea.

Pero ella era incapaz de pensar con claridad.

–Tengo frío –dijo, temblando.

Él la ayudó con el camisón.

–Una cosa más: cada día estás más hermosa...

Y se lo decía con todo su corazón. Paula lo conocía bien. Entonces, pareció olvidarse de su timidez y le sonrió:

–Gracias.

 Pedro la besó mientras ella se metía en la cama.

–¿Quieres que comamos pasta para cenar? –preguntó él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario